Teresa Cristina y Carlinhos Sete Cordas representaban un viaje al pasado. La historia del samba puede recorrerse casi sin equipaje, solo con voz y guitarra, así, aunque echemos en falta la intro original de Preciso me encontrar, Cartola y sus letristas aparecían resucitados en una actuación con pocos artificios. Tan sencilla que podrían trasladarla a un bar, aunque no nos podemos engañar, seguro que la mayor parte del público no respondería calidamente a un espectáculo que entendían como un simple aperitivo.
Así, si Cartola era una parte de la historia de la música popular brasileña, Caetano representaba su punto álgido, su continuación natural. Y sospecho que el concierto fue programado siguiendo ese mismo principio. Una colección de grandes éxitos que se movían con fluidez entre las raices de la bossa, la renovación que supuso el tropicalismo y alguna (muy pocas) referencias a la carrera inmediata del cantor. La última vez que había visto a Caetano en directo fue hace casi una década en el mismo Palacio da Ópera de A Coruña, en un concierto dentro de la gira de Cê. Caetano había hecho un disco de rock con casi sesenta y cinco años, y aparecía vistiendo ropa vaquera, saltando por el escenario y acompañado de una banda formada por personas jóvenes. Había conseguido hacerlo una vez más, ser capaz de encarnar simultaneamente historia y músculo impulsor de la música de Brasil. El Caetano del pasado domingo estaba ya más cerca de João Gilberto que de cualquier cosa que tuviera algo que ver con el rock. Sentado con la guitarra durante la mayor parte de la actuación, Caetano podría haber grabado un grandes éxitos en directo, algo más que suficiente para la mayor parte del público gallego. Seguramente eramos sólo unos pocos los que nos quedamos con ganas de tener, además, otra cosa, aunque fuera escuchar Um comunista en la víspera inmediata del primero de mayo.
Los viejos del lugar recuerdan siempre de uno de los primeros conciertos de Caetano en Galicia, a finales de los años ochenta. Parece que se dirigió al público consciente de que estaba tocando en el territorio en el que había nacido la lengua portuguesa, una lengua que seguimos hablando con particularidades propias y a la que dimos el revolucionario nombre de gallego. La consciencia lingüística de Caetano no es habitual en los artistas brasileños, que tratan de expresarse muchas veces en un portuñol que deja sorprendido (o irritado) a una parte del público. Para alguien que dijo que una de las cosas más maravillosas de Brasil era que hablara la lengua portuguesa, es evidente que la maravilla continua en el hecho de ésta haberse originado en buena parte de un territorio que no forma parte de Portugal. Así, una parte del público esperaba que aparecieran de nuevo esas viejas complicidades. «Sempre que venho a Corunha falo português porque sei que vocês percebem. E gosto muito de que seja assim». En esta ocasión no hubo alusiones al acento lindo de la gente cuando cantaba con él, como en Vigo en 2003, pero fue suficiente para recordar que Caetano sigue siendo una de las pocas personas con consciencia cultural de los lugares en los que canta. Con virtudes y defectos, seguimos a mirar para él como quien mira para las maravillas y los milagros.