02/05/2017 by marioregueira

Caetano, de nuevo en Galicia

Teresa Cristina y Carlinhos Sete Cordas representaban un viaje al pasado. La historia del samba puede recorrerse casi sin equipaje, solo con voz y guitarra, así, aunque echemos en falta la intro original de Preciso me encontrar, Cartola y sus letristas aparecían resucitados en una actuación con pocos artificios. Tan sencilla que podrían trasladarla a un bar, aunque no nos podemos engañar, seguro que la mayor parte del público no respondería calidamente a un espectáculo que entendían como un simple aperitivo.
Así, si Cartola era una parte de la historia de la música popular brasileña, Caetano representaba su punto álgido, su continuación natural. Y sospecho que el concierto fue programado siguiendo ese mismo principio. Una colección de grandes éxitos que se movían con fluidez entre las raices de la bossa, la renovación que supuso el tropicalismo y alguna (muy pocas) referencias a la carrera inmediata del cantor. La última vez que había visto a Caetano en directo fue hace casi una década en el mismo Palacio da Ópera de A Coruña, en un concierto dentro de la gira de . Caetano había hecho un disco de rock con casi sesenta y cinco años, y aparecía vistiendo ropa vaquera, saltando por el escenario y acompañado de una banda formada por personas jóvenes. Había conseguido hacerlo una vez más, ser capaz de encarnar simultaneamente historia y músculo impulsor de la música de Brasil. El Caetano del pasado domingo estaba ya más cerca de João Gilberto que de cualquier cosa que tuviera algo que ver con el rock. Sentado con la guitarra durante la mayor parte de la actuación, Caetano podría haber grabado un grandes éxitos en directo, algo más que suficiente para la mayor parte del público gallego. Seguramente eramos sólo unos pocos los que nos quedamos con ganas de tener, además, otra cosa, aunque fuera escuchar Um comunista en la víspera inmediata del primero de mayo.

Los viejos del lugar recuerdan siempre de uno de los primeros conciertos de Caetano en Galicia, a finales de los años ochenta. Parece que se dirigió al público consciente de que estaba tocando en el territorio en el que había nacido la lengua portuguesa, una lengua que seguimos hablando con particularidades propias y a la que dimos el revolucionario nombre de gallego. La consciencia lingüística de Caetano no es habitual en los artistas brasileños, que tratan de expresarse muchas veces en un portuñol que deja sorprendido (o irritado) a una parte del público. Para alguien que dijo que una de las cosas más maravillosas de Brasil era que hablara la lengua portuguesa, es evidente que la maravilla continua en el hecho de ésta haberse originado en buena parte de un territorio que no forma parte de Portugal. Así, una parte del público esperaba que aparecieran de nuevo esas viejas complicidades. «Sempre que venho a Corunha falo português porque sei que vocês percebem. E gosto muito de que seja assim». En esta ocasión no hubo alusiones al acento lindo de la gente cuando cantaba con él, como en Vigo en 2003, pero fue suficiente para recordar que Caetano sigue siendo una de las pocas personas con consciencia cultural de los lugares en los que canta. Con virtudes y defectos, seguimos a mirar para él como quien mira para las maravillas y los milagros.

21/03/2017 by marioregueira

Pasolini y los autobuses

Pasolini ante la tumba de Gramsci. (Dominio Público)

Alguien había editado unas listas de objetivos de la extrema derecha italiana de los años setenta. O de la operación Gladio, que venía siendo lo mismo. Uno de mis amigos me lo comentaba en una cafetería de Barcelona. Lo que más le llamaba la atención es que entre los tres primeros nombres aparecía el de Pier Paolo Pasolini, como un objetivo prioritario, muy por encima de algunos líderes políticos comunistas. Que amenaza podía representar Pasolini? Un director de cine, un intelectual, un poeta que, como tantos poetas, probablemente ni sabía manejar armas.
Los procesos en los que se trama la represión siempre son elocuentes a respecto de las jerarquías del enemigo. Creo que Pasolini tenía muchos números para estar en la cúspide de los odios de la parte más conservadora de la sociedad italiana. Una persona capaz de representar el régimen pro-nazi de Saló como una comunidad sadomasoquista con delectación hacia la coprofagia. Es decir, que la burguesía italiana había obligado al pueblo a comer la mierda de un pacto con la Alemania de Hitler, y además obtenía un placer inconfesable al contemplarlos. Sin duda nadie atacó los responsables de la participación en la guerra con tanta saña y con un retrato tan crudo y directo. La propia vida del director, homosexual confeso, cristiano y militante comunista, era una permanente provocación y su muerte turbia y sospechosa, también lo fue. A manos de un menor de edad que se prostituía habitualmente con él, o asesinado por unos asaltantes misteriosos al grito de «cerdo comunista», cualquiera de los dos desenlaces que se barajan encajaría perfectamente con su vida y con su proyecto artístico.
La gente que quería a Pasolini muerto no temía su papel en la organización de una revuelta comunista. Temía su sexualidad y, sobre todo, su discurso sobre eso. La forma en la que el autor los sacaba de su zona de confort haciendo que sus creencias ancestrales se tambalearan, y aún se atrevía a reivindicar para eso una espiritualiad cristiana auténtica acusándolos de hipócritas. Seguro que incluso así, Pier Paolo se sorprendería de saber que sus enemigos le tenían tanto temor como para querer que muriera entre los primeros.

Parte de la campaña de Chrysallis

Una sorpresa semejante debieron sentir en la asociación española Chrysallis al ver la enorme reacción que generó entre la extrema derecha una de sus campañas. Creada para apoyar a la infancia transexual, la tesis de la asociación fue tan sencilla como explicitar que puede haber niñas con pene y niños con vulva. Una sentencia tan simple como pedagógica, especialmente porque matiza la frase con la que a la mayoría de las personas les explicaron las diferencias anatómicas en algún momento de la infancia. Más allá de volver a explicar la teoría de género, diferenciando la identidad social de las características físicas y como no es obligatoria la correlación entre ambos campos, en Chrysallis fueron al mensaje más simple. Y seguro que fue esta simplicidad una de las razones de la campaña a la contra que sufrieron y aun sufren. Chrysallis no tuvo la necesidad de una obra provocadora para estar en el punto de mira de una parte de la sociedad del Estado español, pero las razones son muy similares a las que condenaban a Pasolini. No hay peor ataque al conservadurismo que impugnar su explicación del mundo, un mundo que pretenden natural y apolítico y al que estes remiendos evidencian como una estructura profundamente ideologizada hasta en los detalles más simples. Ni hay sólo dos géneros ni, de haberlos, estos se corresponderían inequivocamente con una genitalidad física concreta, defenderlo es una postura ideológica. Una postura ideológica conservadora, para ser más precisos y que naufraga buscando legitimaciones fuera de su propio corpus doctrinal (tal y como gente de la ciencia y de la biología les recuerda periodicamente).
La respuesta que los ultracatólicos y conservadores dieron con su flota de autobuses, apelando a una conspiración, deja en evidencia lo verdaderamente débil de su postura. Y aunque considero que cada quien tiene derecho a defender las perspectivas que estime pertinentes (que para eso son ideología), encuentro algo realmente mezquino en esta campaña en concreto. No solo por estar dirigida contra una de las minorías menos protegidas de la sociedad occidental e, indirectamente, contra las niñas y niños que se encuentran dentro de ella, sino también por el empleo demagógico y banal de conceptos como la libertad de expresión. Aunque sobre todo por ser un ataque contra algo que, incluso dentro de la tesis más ultra de estos intolerantes, correspondería principalmente a la vida personal de las personas y la libertad de construir su aspecto e identidad como quieran. Una vez más, la derecha católica explicándole a los demás cómo tienen que vivir y como se tienen que considerar, no sea que a ellos les falle el suelo que pisan con los pies. Pasolini, que sabía bien como acaban estas aventuras, no dudaría dónde situarlos.

12/02/2017 by marioregueira

Aeropuerto Rosalía de Castro

En Liverpool no hay un Auditorio John Lennon, pero sí hay un aeropuerto. En Rio de Janeiro uno de los dos, el antiguo Galeão, está dedicado Antonio Carlos Jobim, que lo mencionaba en Samba do Avião y que, segundo parece, tenía además miedo a volar (el otro está dedicado al pionero de la aviación Santos-Dumont, para compensar). Los criterios que emplean los países para estas cosas son siempre ambiguos. Tengo la sensación de que la mayoría de las veces es una mezcla de atracción turística y de honra menor y que en muchas ocasiones se ponen nombres a aeropuertos que nunca llevarían otras cosas más importantes. Otras veces la política es no tocar los topónimos originales para no hacerlo peor. Seguramente mi opción favorita.

Adaptada de Above Us Only Sky de Martjin Van Es – CC BY-NC-SA 2.0

No me opongo, aún así, a que Rosalía de Castro dé nombre al aeropuerto de Compostela, simplemente me pregunto si fue un movimiento inteligente. El principal argumento que escucho dice que Rosalía va a dar la bienvenida a miles de visitantes de todo el mundo. En mi última visita a Edimburgo, llegando a la estación de tren de Waverley fui consciente por primera vez de que estaba bautizada en honor de una novela (y ciclo narrativo) de Walter Scott. Las citas del autor, que tiene en la ciudad el mayor monumento nunca dedicado a un escritor, daban la bienvenida a quien viajaba sin que nadie tuviera la idea genial de marcarlo en un epónimo. En cierto sentido, la relación entre Edimburgo y su hijo Walter Scott es tan intensa que ciertas cosas están de más. ¿Será que Compostela fracasó a la hora de marcar su relación con la poeta romántica hasta el punto de tener que estampar su nombre en la puerta de entrada?

Edimburg from Scott Monument, Oliver-Bonjoch, CC BY-SA 3.0

Personalmente creo que hay homenajes mucho más acertadas y que no precisarían del visto bueno del Ministerio español de Fomento. Sin entrar en las múltiples referencias rosalianas que hay en la propia ciudad, estoy seguro que incluso cosas como asegurar el empleo del gallego por parte de las compañías aéreas o la disponibilidad de literatura en nuestra lengua en la terminal están mucho más en el espíritu de Rosalía que la simple adopción de un nuevo nombre para Lavacolla. También son mucho más difíciles y requieren de un trabajo constante, claro.
Una segunda cuestión es en que medida la memoria de Rosalía, sin ninguna relación estrecha con Lavacolla ni con la aviación, puede servir para ocultar otros elementos históricos.
Yo tenía una propuesta clara, sin ninguna relación con Lavacolla: el único aviador galleguista que tuvimos, Elixio Rodríguez, de quien el país gallego precisaría una poca de su suerte prestada. Pero aparte de mi apuesta personal, hay otra aún menos evidente que sin embargo apela la una relación íntima con el propio aeropuerto. Pasaría por reivindicar su pasado como campo de concentración franquista. Aunque se hicieron homenajes, y hay alguna placa, siempre lejos de la vista de los pasajes y del turismo, es preocupante que mucha gente desconozca que el aeropuerto fue construido con mano de obra esclava de prisioneros de la Guerra Civil Española.

Insignia de piloto, República española, Pla – CC BY-SA 3.0

Supongo que un nombre como Aeropuerto Internacional Antifascistas de Lavacolla está fuera del debate, reabre viejas heridas que una autora, gallega y española como Rosalía está lejos de poder tocar. También quedaría mal a la hora de comprar souvenirs en alguna de las tiendas, que seguro saldrán ganando al representar la efigie de la poeta. A fin de cuentas, más que de su legado ético y literario, este pueblo es heredero del viejo costumbre de hacer de Rosalía una feria.

23/01/2017 by marioregueira

Los mejores libros de 2016

Una vez que la mayor parte de las listas más o menos colaborativas han ido saliendo a la luz, quiero dejar, igual que el enero pasado, mi impresión del año literario en lengua gallega. Como ya dije, e imagino que seguiré diciendo en el futuro, esto es una lista mínima y completamente personal, que es la única forma que tengo de hacerla. De lo que leí (que fue mucho, pero tampoco fue todo), yo me quedaría con estos libros para resumir el 2016. Sobra decir que hay muchos otros excelentes, algunos capaces de disputarles el protagonismo a estos, simplemente yo comenzaría por ellos.

Cara ao leste, de Antía Nara (Xerais)

Para mí, una de las sorpresas literarias del año. El regreso a la narrativa de Antía Nara, con una novela de tesis, capaz de generar su propio suspense cenital apelando a un argumento tan de actualidad como liberado de los tópicos esencialistas con los que habitualmente es tratado. El genocidio silencioso que esquilma nuestro país de su juventud, el papel de las identidades subalternas en la realidad rural, la propiedad de la tierra o el futuro de una Europa post-soviética son temas que, por desgracia, no es habitual ver en la literatura gallega contemporánea. Y mucho menos tratados con esta maestría.

Suicidas, de Fran Cortegoso (Chan da Pólvora)

La pena más grande del año fue la muerte de un autor joven y prometedor, pero también ver como el relato de su final amenaza con reinterpretar una apuesta poética que debería ir mucho más allá y ser leída al margen de las leyendas y sus acasos. Suicidas no es un libro importante por haber salido días antes de que su autor falleciera, deberá ser un libro importante para nosostros por muchas otras cosas, entre ellas una apuesta lírica con una densidad no vista antes y una perspectiva ante la creación poética tan amplia que es imposible evitar el sentimiento de vértigo.

Novas do Exterior, de Xosé Luís Santos Cabanas (Axóuxere)

La crónica de Santos Cabanas conmueve por dos motivos: el primero y más evidente por la historia que narra, que parte de la detención de su hijo, Antom Santos y continua en los 63.000 kilómetros de viajes a la prisión del subtítulo, la parte más visible de un calvario judicial y penitenciario absolutamente kafkiano. En segundo lugar, porque el padre del prisionero es capaz, incluso así, de ofrecer un relato de calidad, con una cierta distancia que sin embargo no deja de denunciar los absurdos que rodearon el juicio, el castigo añadido de la dispersión y del régimen penitenciario, al tiempo que testimonia la solidaridad que le fue saliendo al paso.

24/06/2016 by marioregueira

Inglaterra prevalece

Alan Moore lo imaginó a finales de los 80. Un Reino Unido que sobrevive a una guerra nuclear que acentúa su aislamiento. Un gobierno fascista y clerical que persigue cualquier forma de disidencia. Conflictos territoriales en Escocia y políticos con apellidos galeses entre los dirigentes. V de Vendetta, la obra realizada junto a David Lloyd trataba de digerir los casi diez años de Margaret Thatcher en el poder, uno de los gobiernos que más transformó la sociedad de las islas. En cierto sentido, fue la respuesta del mundo del comic a un trauma largamente contestado por el punk británico y otras manifestaciones culturales.

Los artistas emplean mentiras para contar la verdad. Y quizá la mayor verdad que oculta la obra de Moore y Lloyd es que no se trata del reflejo concreto de un momento político, sino de un relato intemporal que pudo demostrar su vigencia muchos años después. Quizá después del resultado de las votaciones que hoy publica la prensa la distopía del hombre con la máscara de Guy Fawkes recupere de nuevo su valor de retrato distorsionado de una sociedad.

La Unión Europea fue, en las últimas décadas, una de las grandes trampas para las clases populares. A ella entregamos nuestra soberanía popular sin recibir nada a cambio y desde ella se realizaron políticas tan detestables como la realizada con los refugiados sirios. El papel de las comunidades nacionales en su seno practicamente se desvaneció ante una institución que siempre afirmó estar hecha para los estados y no para los pueblos. Ninguna crítica sobra a una macroestructura política que habría que derrumbar o transformar en algo completamente irreconocible.

Y sin embargo, no hay otra forma de ver el referéndum de ayer y su resultado que como una tragedia. No votan por la salida del Reino Unido las organizaciones de izquierdas ni las comunidades nacionales, tampoco los sectores críticos con lo que la Unión Europea representó en cuanto a solidaridad y justicia. Los vencedores son los espoleados por discursos racistas y autárquicos, los nostálgicos del imperio, los que cerrarán sus fronteras y simplemente disputarán a la Unión Europea su papel en la infamia mientras siguen mandando tropas la todas las guerras del otro lado del planeta. Los feudos tradicionales de la izquierda, los viejos valles mineros, las regiones de Gales que siguen creyendo en su identidad nacional, los irlandeses del Ulster y toda Escocia al unísono quedan, una vez más, atrapados en una pesadilla que tendrán que desmontar poco a poco. Y junto a ellos, una buena parte de los migrantes que estos años formaron parte de su sociedad y que ahora mismo comienzan a poner un pie en tierra de nadie. Y por mucho que la salida sea, posiblemente, amortiguada por el aparato burocrático del Estado, la sociedad británica acaba de mandar un oscuro mensaje a una parte importante de su ciudadanía. Tal y como decían en la obra de Moore y Lloyd, Inglaterra, la vieja Inglaterra de las distopías, prevalece.

05/06/2016 by marioregueira

El nombre de los esclavos

Ali-Terrell

Adaptada de Cliff – (CC BY 2.0)

«Como me llamo?» «Como me llamo, Tío Tom?». La pregunta, dirigida entre golpes a Terrell marcó un antes y un después. Cassius Clay había renunciado a su nombre de esclavo para ser conocido como Muhammad Ali y demostraba de que manera rompen los esclavos sus últimas cadenas. Las minorías y las clases bajas no tardaron en identificarse con su arrogancia. En la periferia de São Paulo, donde mi familia siguió ése y otros combates, tener un nombre de esclavo aún significaba algo y Ali no tardó en ser reconocido como un digno héroe de las clases bajas. Alguien que venía de la nada, pero que había sacado de algún lado una arrogancia que no invitaba a la antipatía, sino que más bien representaba todas las victorias negadas de una clase social. Ali era más que un boxeador, era un símbolo, una identidad, una especie de superhéroe que no tardaría en vencer incluso a Superman.

En una época en la que los combates estaban mucho más lejos que un par de clicks, la memoria de Ali se transmitía en una especie de representación teatral improvisada acompañada de relatos orales. Sabía de él cómo de otras mitologías familiares. La afición al boxeo en mi familia siempre fue relativa y profundamente vinculada a elementos sociales. En la madrugada se veían, a veces clandestinamente, los pocos combates de los púgiles gallegos. Por el día se recordaba al más grande de todos los tiempos. De no cambiar el nombre, de no ser arrogante y de no enfrentarse a la maquinaria de guerra estadounidense, yo no sabría nunca que era Muhammad Ali, como nunca me hablaron de Frazier o de Foreman. Pero nadie olvida a quien dijo en voz alta que Vietnam era una guerra en la que los blancos mandaban negros a luchar contra los comunistas. «Nadie del Vietcong me ha llamado nunca negro. Ninguno de ellos me ha linchado, ni me ha echado los perros, ni me ha robado mi identidad, ni ha violado a mi madre y asesinado a mi padre. No voy a disparar contra esa gente porque sean pobres. Prefiero ir a prisión».

Malcolm X & Ali

Bob Gomel – (CC BY-SA 4.0)

Hace tiempo que no sigo la prensa convencional, pero puedo imaginar la caricatura de Ali que están dejando. El campeón, el portento físico, el deportista. Lo hicieron con Mandela y era más difícil. Podemos jugar a olvidar el papel de Ali en los movimientos sociales. Pero seguirá habiendo mucha gente que, más que al boxeador, admiradmos al hombre que dejó de boxear. Que sabiendo que el deporte era su vida decidió sacrificar su carrera y enfrentar la prisión y el descrédito por hacer simplemente el correcto. De que vale ser campeón si no tienes dignidad?

Más allá de las apariciones puntuales en televisión, tardé años en reconstruir toda esa memoria inmaterial. Reconocía su sonrisa, su volar cómo mariposa y picar como abeja, las bravuconadas que vengaban las humillaciones de las multitudes. Escuchaba al pueblo del Zaire gritando «Ali bumaie» mientras las piezas simbólicas completaban los paisajes intuidos. No era casualidad que fuera Foreman, el buen esclavo convertido al cristianismo, el derrotado por un Ali imparable, acogido polos africanos como un niño perdido y reencontrado. Dicen que los niños de Kinshasa aun sueñan ser como él, y que su fantasma sigue recorriendo los barrios pobres de las ciudades. Si no tienes miedo de tus sueños es porque no son suficientemente grandes.

Mi móvil sonó a primera hora de la mañana de un sábado. Le eché mano entre sueños y leí incrédulo la noticia. En sus últimas apariciones, Ali estaba envejecido y afectado por la enfermedad. Eso lo pensamos ahora, porque su carisma siempre estuvo intacto, y sus puños seguían golpeando en nuestra memoria. No dudé de que tenía que ser un error y seguí durmiendo. Soñé con rings enormes, con gente de mi familia recreando aquel k.o., con Laila Ali, con un combate en una África sofocante, con tíos tom aprendiendo nuestro nombre a golpes y con canallas mordiendo la lona para siempre jamás.

31/05/2016 by marioregueira

La resaca de mayo

Sirkuselefanter

Adaptada de Sirkuselefanter (1962), Municipal Archives of Throndheim. –CC BY 2.0 

El mes más crudo no es abril, sino mayo, que es el mes de las Letras Gallegas. Cuando acaba de pasar mayo las ciudades quedan igual que cuando acaba de pasar el desfile de un circo con elefantes y majorettes de esas que hacen malabarismos con el palo de la bandera. El suelo está repleto de poemas de Manuel María y de los artículos y publicaciones que se le dedicaron y una sensación de resaca invade la ciudad. Por lo menos no ha sido como el año pasado en el que una fiera peligrosa escapó de manos de los domadores y creó el pánico en la ciudad entre la mayoría, aunque se dejara acariciar por algunos. Sin embargo, como todos los años, y aunque no podamos abstraernos de todo del desfile que toma las calles, nos preguntamos si realmente vale la pena. De verdad es esto lo que conviene a la cultura gallega, a la difusión de su literatura, a los propios homenajeados? (usamos el masculino porque son 52 hombres y sólo tres mujeres). No será hora de reservar las calles de la ciudad para pasear, incorporar varones entre las majorettes, mujeres entre los domadores y mandar los elefantes a pastar?

El día de las Letras Gallegas fue una festividad creada contra el franquismo. No durante la guerra, sino mucho más tarde, a comienzos de los años sesenta, cuando la gente de Galaxia comenzaba a dejar atrás el fantasma de la persecución política e iba entrando en instituciones como la Real Academia Gallega. La conversión de la Academia de elemento folclórico franquista en una herramienta de difusión de la cultura gallega es algo que se les debe, aunque no se pode negar que eso implicaba un cierto diálogo con el franquismo, un papel de mediación que Galaxia abrazó sien muchos traumas, llegando a enfrentarse con organizaciones que ejercían la oposición directa a éste. Las Letras Gallegas nacen de esa mediación, creadas en 1963 y dedicadas a Rosalía de Castro, un año después permitían celebrar a Castelao con el permiso del régimen. No al Castelao político, claro, pero había algo innegablemente político en dedicarle una festividad al mayor representante del Partido Galeguista, aunque fuera como humorista o literato. Que el franquismo tolerara ese tipo de homenaje facilitó también que Castelao pudiera ser reeditado, aunque con un enorme control sobre el tipo de escritos que podían ver la luz. Sin las Letras Gallegas nada de eso sería posible, aunque también es cierto que la actitud de sometimiento a las directrices de la dictadura no benefició mucho al galleguismo y sin duda facilitó la futura fagotización y manipulación de Castelao por parte de la derecha españolista.

Lion.Medrano.Tamer, adaptada del usuario de Flickr felicito rustique, jr. –CC BY 2.0

Desde entonces el Día de las Letras se viene celebrado sin interrupción y con pocas o ninguna modificación. Las reglas arbitrarias siguen en pie, el protagonismo de la Academia no se ha modificado un ápice y la transición de aquellos tiempos duros a estos tiempos duros no ha sido demasiado buena. No sólo por las cuestiones referentes a las elecciones de la Academia o a la dejadez respecto a cuestiones como el género, inherentes a la propia institución. Una fiesta que nace con un valor simbólico tan marcado y asociado al resistencialismo no vuelve a ser la misma fuera de esas coordenadas. Aun así, la dependencia de los ritmos culturales gallegos del diecisiete de mayo es excesiva. El suelo de la ciudad está lleno de poemas de Manuel María, y es probable que nunca jamás lo volvamos a ver así. La cantidad de publicaciones y la difusión del autor se olvidarán enseguida, y tampoco es que haya mucho margen para hacer una crítica objetiva de su obra en medio de una celebración como esta, donde cada vez ganan más espacio las frivolidades publicitarias encarnadas en bolsas de supermercado. Por otra parte creo que el esfuerzo editorial gallego podría estar mejor empleado que en sacar cinco biografías y tres antologías del mismo autor en un plazo de meses. Un autor al que será difícil volver a dedicar un monográfico en los próximos años y que nunca disfrutará de un estudio como el presente, pues ni siquiera gigantes literarios como la propia Rosalía de Castro pueden repetir homenaje en el Día de las Letras. Nunca habrá otro Castelao, pero es que la función del 17 de mayo ya no debería ser la de erguir un tótem simbólico que por un día haga creer que existimos incluso bajo el ahogo de una dictadura.

Es cierto que no es la única institución extraña que hay en Europa. Cuando pienso que Gales y Escocia tienen un cargo llamado poeta nacional que se da en vida me alivia pensar que nunca veremos esa tragedia en nuestra cultura, donde la gente es capaz montar dramas por un puesto en la Academia o por un me quita de ahí esa feria del libro. En cualquier caso, en este momento de mayo, mientras las bolsas que homenajean a nuestros autores comienzan a ser recicladas cómo bolsas de basura, la resaca de una fiesta salvaje martillea en cabeza y nos hace desear que algún día los elefantes arrasen con todo en desbandada y las majorettes se hagan dueñas de la ciudad.

Seminoles

Seminoles, del usuario de Flickr Prayitno –CC BY 2.0

04/05/2016 by marioregueira

Las comadrejas de dios

donicela

Imagen de Jared Kelly – CC BY-NC-ND 2.0

El pasado 29 de abril una comadreja mordió un cable en algún lugar de Suiza y paralizó el experimento más grande y relevante de la historia de la humanidad hasta el momento. El Colisionador de Hadrones, hospedado en las instalaciones del CERN, ha sufrido más de un accidente de tono extraño, algunos de ellos justo en momentos claves. Si los primeros obstaculizaron la descubierta del Bosón de Higgs, este sucede justo antes de que el Colisionador funcione la una velocidad aún mayor. La repercusión de la aventura de la pobre comadreja (parece que murió electrocutada en el acto) ha ocupado muchísimas noticias. Seguramente porque los animales peludos venden más periódicos, aunque también por las teorías que relacionan estos eventos con una supuesta autorregulación del universo.

El Colisionador de Hadrones, también llamado por algunos medios la Máquina de Dios, comenzó a funcionar entre profecías apocalípticas. La posibilidad de que uno de los pequeños agujeros negros producidos por la máquina pudiera desarrollarse y acabar con la existencia humana preocupó a alguna gente, por más que la posibilidad hubiese sido desmentida por la mayoría de los científicos. El Colisionador, que trata de reproducir el comportamiento de ciertas partículas en el momento del Big Bang, sigue bajo sospecha. Algunas voces creen que el universo, dios, o algún orden inmanente es capaz de generar eventos que obstaculicen las investigaciones. Las razones son diversas. Las más serias apuntan a la incompatibilidad de la existencia inteligente con ese descubrimiento. Otras, incluidos tipos disfrazados y blogs conspiranoicos, hablan de una acción organizada que trata de evitar un evento no deseado. Otras, la mencionada destrucción del planeta. Otros más hablan de dios, quizá no de un dios con personalidad, pero sí de una regla maestra del universo que estaríamos descuadrando de alguna forma.

colidor

O colidor – Adaptada de Image Editor – CC BY 2.0

Reconozco que a nivel personal poca cosas me entusiasman más que el empleo de narrativas en la resolución de problemas científicos. Sospecho que el precursor de esto fue Hawking, con su popularización de la paradoja del viajero del tiempo. ¿Puede alguien viajar cien años atrás en el tiempo y asesinar a su abuela sin poner en peligro su propia existencia futura? Una de las soluciones propuestas, explotada mil y una veces en las obras de ciencia ficción es que el universo conspirará para evitar resultados ilógicos e incoherentes. Viajarás en el tiempo y tratarás de matar a tu abuela, pero el arma dejará de funcionar, o algo se cruzará por el medio. El universo participa de un complot para que puedas nacer y hacer el viaje en el tiempo. Muchos científicos son escépticos al respeto de una solución tan narrativa. Posiblemente el universo puede resolver eso impidiéndote viajar atrás en el tiempo, cosa que a lo mejor ya hace. Pensar que el universo o eso que algunos llaman dios tiene tiempo para escribir novelas de ciencia ficción interpretábles a una escala humana sería, por tanto, una nueva forma de superstición.

A pesar de que las posibilidades narrativas de estas ideas son apasionantes, personalmente no puedo dejar de pensar en los primeros viajeros de tren y el miedo a que el ser humano no pudiera superar los setenta kilómetros por hora. Hay quien menciona una especie de síndrome de Prometeo, de miedo a descubrir el mundo, de terror a una imagen irracional de dios que tenemos mucho más grabada en el subconsciente de lo que creemos. Por lo menos es un dios que en lugar de ángeles con espadas de fuego manda simpáticas comadrejas. Los animales salvajes son algo frecuente a las afueras del CERN. Han dado problemas en el pasado y los volverán a dar en el futuro. No hay nada sobrenatural o predeterminado en un roedor que muerde donde no debe. El Colisionador volverá a funcionar y nos ayudarán a descubrir de donde viene la existencia, transformará la realidad, también la social y política, mucho más de lo que hoy podemos imaginar. Y las comadrejas de dios volverán a ser simples roedores confundidos.

30/04/2016 by marioregueira

Suerte

Four Leaf Clover, original de la usuaria de Flickr Claire –CC BY-NC-ND 2.0

No es una palabra que emplee a menudo, justo por eso me sorprendí a mi mismo repitiéndola casi a diario durante mi viaje por el norte de la Gran Bretaña. Y no de cualquier manera, sino como final de conversación, casi como substitutiva de las fórmulas de despedida. No diga adiós ni hasta luego, diga sencillamente suerte.

Algo que ya sabía, pero que se hizo especialmente notable eses días fue la cantidad de gente que tenemos fuera. En todos los destinos, buscada o por azar, acababa hablando con una persona de Galicia. Un par de correos son suficientes para confirmar que aquel viejo conocido de Ferrol está trabajando en Manchester, que otra busca empleo en Liverpool y que alguna más trata de ampliar estudios en Escocia. Unas pintas ayudan a crear una breve pero intensa sensación de hogar. De por medio, las inevitables historias, casi todas con un punto de inflexión situado en el final de la década pasada, la crisis general, pero especialmente la crisis cultural de Galicia arrasando como una riada invisible con vidas y proyectos. Nunca nos cansaremos de repetir que no defendemos sólo la lengua y la cultura gallega por amor, sino porque era una fuente de riqueza material que los gobiernos de la derecha se encargaron de destruir.

Xigantes Parados

Xigantes parados, original del usuario de Flickr termitero gnu –CC BY-NC-SA 2.0

Del otro lado los casuales. La mayor parte de las veces en pubs y restaurantes, alguien del personal que te escucha hablar y que te pregunta timidamente de donde eres. Galician, contestas, esperando la cara de confusión o las preguntas que siempre siguen a esa afirmación. Pero lo que encuentras es una sonrisa y unos ojos brillantes. Yo también, de que parte eres? No me sorprende seguir encontrando ferrolanos y ferrolanas. Después de todo, como comentaba alguien, la gente que falta en nuestra ciudad tuvo que ir para algún lado, no puede haberse evaporado sin más. Galicia es una de las regiones europeas con el paro más alto y con una población más envejecida, una tendencia que se afianzó durante los dos últimos gobiernos de Feijoo pero que, como en la época franquista, no tiene en cuenta en sus cálculos a las personas que faltan. Las personas que faltan explican el envejecimiento prematuro y convierten los datos del paro en un auténtico escándalo. Seguramente son una parte de lo mejor del país. Gente dispuesta a ayudarte, que te pregunta si también te vas a quedar en la ciudad, que sabe donde conseguir cerveza gallega y que te regala tarjetas de teléfono para que tú también puedas llamar a casa. Personas que guardan un orgullo extraño y primario por el país que dejan atrás, sumergido en las sombras. Si sois de Galicia no os compensa subir a las Highlands, no son mejores que nuestros paisajes.

Good Luck From London

Postal de los años cuarenta publicada por Rescued by Rover –CC BY-NC 2.0

Para algunos pueblos la migración fue un accidente histórico, una fase en la que poblar tierras lejanas o participar en la construcción de nuevos países. Para nosotros es un clásico, una tendencia que nunca pasó de moda. El barco negrero del que hablaba Otero Pedrayo sigue funcionando, aunque los esclavistas refinaran sus métodos. Los gallegos que se encuentran en una taberna y que se toman por extranjeros hasta que les da por entonar una cantiga siguen perdidos por los pubs del norte. Todas las historias del siglo pasado siguen sirviendo hoy. Sólo hay que adaptarlas un poco.

Tengo, como todo el país, un recuerdo preciso de las penurias que las distintas ramas de mi familia encontraron en sus migraciones. La confusión de una lengua extraña, las humillaciones que sufre todo trabajador extranjero. La soledad de la familia y de lo que no es la familia. Los comienzos difíciles y las casi inmediatas incertidumbres por el futuro. El retorno como un deber o como una tentación. No sé como se despedirían los migrantes de nuestra tierra hace cien años. Quizá mencionaban santos católicos o añadían un épico Terra a Nosa al final de la conversación. Yo deseo suerte. Me gustaría decir que habrá regreso, que vamos tumbar a estos ladrones y recuperar el país, que nos volveremos a encontrar paseando por las calles de Ferrol o Compostela. Que entraremos por las puertas de Galicia en hordas, como quien asalta un castillo. Pero sólo consigo levantar la mano y pensar en la dureza de la nueva vida. Y deseo suerte. Aunque también me pregunto si no serán ellos quien deben deseármela la mí y a todas las personas que se van a quedar en este país desharrapado.

14/04/2016 by marioregueira

Camino de Frongoch

Frongoch

El norte de Gales es a día de hoy uno de los territorios más periféricos y peor comunicados de la isla de Gran Bretaña. Hay cien años debía de serlo aun más, y sin duda por eso fue el lugar escogido por el gobierno británico para situar un campo de prisioneros que sirviera para hospedar a los enemigos capturados en la I Guerra Mundial. El campo de Frongoch comenzó a recibir prisioneros alemanes, pero en algún momento el Reino Unido decidió evacuarlos a otro lugar. Más o menos en esta altura del año 1916 comenzaron a llegar prisioneros irlandeses a Gales. La Rebelión de Pascua, ferozmente reprimida, traía un numeroso contingente de nuevos prisioneros de guerra, una guerra inesperada, pero a la que el Reino Unido reaccionó como ante cualquier otra, con artillería en las calles de Dublín y ejecuciones en los días siguientes. Por Frongoch, poco tiempo después, pasaron cientos de prisioneros irlandeses, entre ellos Michael Collins, una de las personas que, sólo cinco años después firmaría los tratados que reconocían el Estado Libre de Irlanda. La estadía en Frongoch no fue larga y tampoco estuvo falta de elementos positivos. La concentración sirvió a los irlandeses para reorganizarse y formarse mutuamente. Años después se referirían al campo como la Universidad de la Revolución.

Bandeiras

Hace unas semanas caminamos hasta el lugar donde estaba situado el campo para rendir homenaje a los luchadores de Irlanda. Los galeses guardan algo más que una memoria internacionalista del hecho histórico. En su versión de los hechos, los irlandeses no sólo aprendieron tácticas de lucha en Frongoch, sino que también entraron en contacto con una realidad que los impresionaría profundamente. Si el norte de Gales es, todavía hoy, una de las plazas fuertes de la lengua galesa, en 1916 esta debía ser la principal, si no la única lengua empleada por la población, especialmente en una zona lejana y rural como la de los alrededores del campo. Los irlandeses debieron de mirar asombrados a aquel pueblo que, sin hacer ningún acto de rebelión activa, ejercía sin embargo una resistencia invisible en cada palabra que pronunciaba. Palabras pronunciadas, además, en un idioma emparentado con el propio gaélico irlandés, una lengua con muy poco valor social y que ocupaba un claro lugar secundario en el movimiento independentista de la isla. Acaso este contacto con una realidad semejante pero mucho más viva impactó profundamente a los líderes revolucionarios, y hay quien dice que fue a partir de ésta que comenzaron a replantear el papel de la lengua en la lucha de liberación. Hay incluso quien relaciona esto con la inmediata cooficialidad del gaélico irlandés en la Irlanda independiente. El aprendizaje de la lengua galesa y el conocimiento de otro pueblo consciente de su identidad formaron también parte del equipaje que los prisioneros se llevaron del campo.

Frongoch-2016

En el acto de Frongoch, que antecede otro más grande que se hará en junio, se celebraban también estas pequeñas resistencias, estas comunicaciones entre distintos modos de luchar y sobrevivir. Las banderas históricas irlandesas y galesas ondeaban juntas, y entre las personas asistentes, sin banderas, tres personas de Galicia de las que por lo menos una pensaba en los cien años que separaban también a su país de la creación de las Irmandades da Fala (Hermandades del Idioma). El comienzo de una reivindicación lingüística que acabó evolucionando a lucha política y que mantuvo una obsesión palpable con Irlanda, el deseo de un paralelismo que no vivía sólo en la supuesta conexión céltica de la tradición, sino también en la voluntad de caminar los mismos pasos. En 1921, mientras Irlanda preparaba las negociaciones de su convulsa libertad, uno de los miembros de las Irmandades, Ramón Cabanillas, llamaba a la isla «irmanciña adourada» (hermana adorada) en las páginas de A Nosa Terra. Quizá la más célebre, pero también la enésima evocación de Irlanda en el medio oficial de las Irmandades, que siempre tomó el país como un referente privilegiado. Las Irmandades fueron así la antesala del galleguismo político, sus primeras prácticas, el inicio de un proceso que culminaría con la fundación del Partido Galeguista. Los campos de prisioneros que conocemos los gallegos tardaron, sin embargo, veinte años desde la llegada de los irlandeses a Frongoch. En ellos no hubo escuela revolucionaria, ni galeses en los alrededores dándonos apoyo moral y confirmándonos el sentido de nuestra lucha o el valor político de la lengua. Tampoco antecedieron ningún logro inmediato, sino la larga noche del franquismo. Y sin embargo, también aprendimos en ellos, quizá incluso de forma más perdurable, el valor de la resistencia y de la dignidad.

Número da Revista Nós dedicado a Terence MacSwiney (1921)

Número de la Revista Nós dedicado a Terence MacSwiney (1921)

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