24/06/2016 by marioregueira

Inglaterra prevalece

Alan Moore lo imaginó a finales de los 80. Un Reino Unido que sobrevive a una guerra nuclear que acentúa su aislamiento. Un gobierno fascista y clerical que persigue cualquier forma de disidencia. Conflictos territoriales en Escocia y políticos con apellidos galeses entre los dirigentes. V de Vendetta, la obra realizada junto a David Lloyd trataba de digerir los casi diez años de Margaret Thatcher en el poder, uno de los gobiernos que más transformó la sociedad de las islas. En cierto sentido, fue la respuesta del mundo del comic a un trauma largamente contestado por el punk británico y otras manifestaciones culturales.

Los artistas emplean mentiras para contar la verdad. Y quizá la mayor verdad que oculta la obra de Moore y Lloyd es que no se trata del reflejo concreto de un momento político, sino de un relato intemporal que pudo demostrar su vigencia muchos años después. Quizá después del resultado de las votaciones que hoy publica la prensa la distopía del hombre con la máscara de Guy Fawkes recupere de nuevo su valor de retrato distorsionado de una sociedad.

La Unión Europea fue, en las últimas décadas, una de las grandes trampas para las clases populares. A ella entregamos nuestra soberanía popular sin recibir nada a cambio y desde ella se realizaron políticas tan detestables como la realizada con los refugiados sirios. El papel de las comunidades nacionales en su seno practicamente se desvaneció ante una institución que siempre afirmó estar hecha para los estados y no para los pueblos. Ninguna crítica sobra a una macroestructura política que habría que derrumbar o transformar en algo completamente irreconocible.

Y sin embargo, no hay otra forma de ver el referéndum de ayer y su resultado que como una tragedia. No votan por la salida del Reino Unido las organizaciones de izquierdas ni las comunidades nacionales, tampoco los sectores críticos con lo que la Unión Europea representó en cuanto a solidaridad y justicia. Los vencedores son los espoleados por discursos racistas y autárquicos, los nostálgicos del imperio, los que cerrarán sus fronteras y simplemente disputarán a la Unión Europea su papel en la infamia mientras siguen mandando tropas la todas las guerras del otro lado del planeta. Los feudos tradicionales de la izquierda, los viejos valles mineros, las regiones de Gales que siguen creyendo en su identidad nacional, los irlandeses del Ulster y toda Escocia al unísono quedan, una vez más, atrapados en una pesadilla que tendrán que desmontar poco a poco. Y junto a ellos, una buena parte de los migrantes que estos años formaron parte de su sociedad y que ahora mismo comienzan a poner un pie en tierra de nadie. Y por mucho que la salida sea, posiblemente, amortiguada por el aparato burocrático del Estado, la sociedad británica acaba de mandar un oscuro mensaje a una parte importante de su ciudadanía. Tal y como decían en la obra de Moore y Lloyd, Inglaterra, la vieja Inglaterra de las distopías, prevalece.

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