04/05/2016 by marioregueira

Las comadrejas de dios

donicela

Imagen de Jared Kelly – CC BY-NC-ND 2.0

El pasado 29 de abril una comadreja mordió un cable en algún lugar de Suiza y paralizó el experimento más grande y relevante de la historia de la humanidad hasta el momento. El Colisionador de Hadrones, hospedado en las instalaciones del CERN, ha sufrido más de un accidente de tono extraño, algunos de ellos justo en momentos claves. Si los primeros obstaculizaron la descubierta del Bosón de Higgs, este sucede justo antes de que el Colisionador funcione la una velocidad aún mayor. La repercusión de la aventura de la pobre comadreja (parece que murió electrocutada en el acto) ha ocupado muchísimas noticias. Seguramente porque los animales peludos venden más periódicos, aunque también por las teorías que relacionan estos eventos con una supuesta autorregulación del universo.

El Colisionador de Hadrones, también llamado por algunos medios la Máquina de Dios, comenzó a funcionar entre profecías apocalípticas. La posibilidad de que uno de los pequeños agujeros negros producidos por la máquina pudiera desarrollarse y acabar con la existencia humana preocupó a alguna gente, por más que la posibilidad hubiese sido desmentida por la mayoría de los científicos. El Colisionador, que trata de reproducir el comportamiento de ciertas partículas en el momento del Big Bang, sigue bajo sospecha. Algunas voces creen que el universo, dios, o algún orden inmanente es capaz de generar eventos que obstaculicen las investigaciones. Las razones son diversas. Las más serias apuntan a la incompatibilidad de la existencia inteligente con ese descubrimiento. Otras, incluidos tipos disfrazados y blogs conspiranoicos, hablan de una acción organizada que trata de evitar un evento no deseado. Otras, la mencionada destrucción del planeta. Otros más hablan de dios, quizá no de un dios con personalidad, pero sí de una regla maestra del universo que estaríamos descuadrando de alguna forma.

colidor

O colidor – Adaptada de Image Editor – CC BY 2.0

Reconozco que a nivel personal poca cosas me entusiasman más que el empleo de narrativas en la resolución de problemas científicos. Sospecho que el precursor de esto fue Hawking, con su popularización de la paradoja del viajero del tiempo. ¿Puede alguien viajar cien años atrás en el tiempo y asesinar a su abuela sin poner en peligro su propia existencia futura? Una de las soluciones propuestas, explotada mil y una veces en las obras de ciencia ficción es que el universo conspirará para evitar resultados ilógicos e incoherentes. Viajarás en el tiempo y tratarás de matar a tu abuela, pero el arma dejará de funcionar, o algo se cruzará por el medio. El universo participa de un complot para que puedas nacer y hacer el viaje en el tiempo. Muchos científicos son escépticos al respeto de una solución tan narrativa. Posiblemente el universo puede resolver eso impidiéndote viajar atrás en el tiempo, cosa que a lo mejor ya hace. Pensar que el universo o eso que algunos llaman dios tiene tiempo para escribir novelas de ciencia ficción interpretábles a una escala humana sería, por tanto, una nueva forma de superstición.

A pesar de que las posibilidades narrativas de estas ideas son apasionantes, personalmente no puedo dejar de pensar en los primeros viajeros de tren y el miedo a que el ser humano no pudiera superar los setenta kilómetros por hora. Hay quien menciona una especie de síndrome de Prometeo, de miedo a descubrir el mundo, de terror a una imagen irracional de dios que tenemos mucho más grabada en el subconsciente de lo que creemos. Por lo menos es un dios que en lugar de ángeles con espadas de fuego manda simpáticas comadrejas. Los animales salvajes son algo frecuente a las afueras del CERN. Han dado problemas en el pasado y los volverán a dar en el futuro. No hay nada sobrenatural o predeterminado en un roedor que muerde donde no debe. El Colisionador volverá a funcionar y nos ayudarán a descubrir de donde viene la existencia, transformará la realidad, también la social y política, mucho más de lo que hoy podemos imaginar. Y las comadrejas de dios volverán a ser simples roedores confundidos.

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