26/05/2023 by marioregueira

O deserto dos leões

Hablaba hace poco en un artículo sobre la leyenda de Curros Enríquez y su “Cantiga”. El poeta escucha cantar por las calles un poema suyo ligeramente modificado de hace muchos años. Humildemente, viví mi propia leyenda hace años en una noche de San Juan junto a un río, cuando el hilo musical de la celebración hizo sonar “Trens cara ao sul”, un poema de mi libro Blues da Crecente que formaba parte de los lanzamientos anteriores a este O deserto dos leões que Malvares de Moscoso y J. CNNR presentaron ayer en las redes.

Pasaron muchos años y muchos acontecimientos separándome de esa dilogía que fueron los libros Tanxerina y Blues da Crecente. Ambos proponían viajes por territorios de excluidos y sometidos, repasaban sus luchas y caminaban por sus mitos, trazando una lectura colectiva que también apelaba a mi propia cultura. Y siento que este trabajo continúa por ese recorrido, que ensancha estas referencias implicando a más personas y que también las continúa de la mano de un estilo musical que bebe de todas las raíces de la cultura de las comunidades oprimidas. No puedo evitar una avalancha de recuerdos simplemente con leer los títulos, incluido el poema que dio nombre durante años a este blog, “O porto dos escravos”. Hace años que no paso por el café de Rick a jugar coas sus ruletas trucadas, sin embargo, es bueno saber que por los caminos que atraviesan el deserto y se dirigen hacia el sur, los que retoman las estelas de los barcos que nos arrastraron a otras tierras, hay una música que continúa estos versos y los hace de tod@s.

11/05/2021 by marioregueira

La emergencia

Emergency! do usuario de Flickr Seabamirum Attribution 2.0 Generic (CC BY 2.0)

Una de las primeras cosas que hace el personal médico cuando llega al lugar de un accidente es entretener a aquellas personas deseosas de ayudar. Para que los profesionales puedan atender sin interferencias a las personas heridas es indispensable mandar primero a aquella señora tan preocupada a la farmacia más próxima a por gasas o al chaval que hizo un curso de reanimación para que compruebe que el tráfico se desvía del lugar. Atender una emergencia supone también reubicar esas buenas voluntades.

Es una dinámica que me recuerda muchas veces al estado de la cultura gallega. Nuestra crisis, nuestra identidad amenazada, nuestra situación precaria, es una parte central e inherente a nuestro propio relato cultural. Somos un accidente, no en el sentido de un hecho fortuíto, sino en el de una situación de emergencia. Esto lleva aparejada una cierta sensación constante de urgencia que abre el camino a todo un árbol de ansiedades posibles.

La literatura gallega vivió siempre obsesionada por todos esos elementos que la podían habilitar como una literatura equiparable a otras de su propio contexto. Pérez-Barreiro Nolla cuenta en sus memorias como Ramón Pino era incapaz de entender la utilidad editorial de traducir y publicar más obras de Shakespeare que el MacBeth. “Shakespeare ya está”, decía, la cultura gallega es un conjunto de elementos a ser tachadaos, la de las grandes voces de la literatura universal es sólo una de sus listas.

Una de esas grandes ansiedades fue la del mercado. La tímida descentralización de la España posfranquista y la entrada del gallego en la enseñanza permiten por primera vez una proyección editorial que pueda aspirar la algo más que al resistencialismo de las décadas anteriores. La literatura gallega pasa a tener el deber de construir un mercado editorial para demostrar su equiparación con otras, para demostrar que nuestra emergencia no habla sólo de un accidente, sino también del acto de emerger.

Podríamos decir que el tema del mercado propio salió de forma poco óptima, por lo menos si juzgamos la persistencia de nuestra obsesión con el tema más de cuarenta años después. El mercado editorial gallego es una constante, una obsesión que se retroalimenta y trata de justificarse, sedimentando una noción de lo que debe ser normal, señalando furioso sus supuestos defectos y procurando responsables sin cesar. No lo sabemos, pero muchos de los indicios de nuestra supuesta anormalidad son enormemente frecuentes en otros contextos. Aun hace poco leía una queja sobre los críticos absurdamente benevolentes, empeñados en señalar cada novedad editorial como una verdadera obra maestra sin fisuras. La escribía George Orwell en los años 30 hablando del contexto británico, pero podríamos jugar a cambiar nombres y lugares para que sirviera a nuestro país. Lo que nunca cambiaremos es nuestra sensación de que todo lo extraño que nos ocurre no es más que un reflejo del defecto estructural que nunca superaremos. No nos engañemos, si se encontraran de frente con la tan ansiada “normalidad”, la mayoría de los actores del panorama cultural gallego no serían siquiera capaces de reconocerla.

PITR “Pierre Bourdieu” do usuario de Flickr Strifu Attribution-NonCommercial-ShareAlike 2.0 Generic (CC BY-NC-SA 2.0)

Donde te ves en el canon? Le preguntaron una vez a Stephen King. “Entre los primeros del segundo rango, donde está hoy Somerset Maugham”. Casi nadie recuerda al que llegó a ser el autor mejor pagado del mundo, pero seguimos leyendo y debatiendo otros contemporáneos suyos que nunca vendieron tanto. Es probable que dentro de cien años pase lo mismo con Stephen King, él por lo menos así lo cree, y demuestra con eso tener una visión más lúcida de las dinámicas literarias de lo que acostumbra a ser común entre los escritores de best-sellers.
Debemos priorizar un mercado literario gallego guiado principalmente por valores capitalistas? La obsesión por una normalidad sin referente reconocible insiste en que sí, a pesar de que muchas de las personas que lo defienden saben (o deberían saber) que el valor de una obra literaria corre vías diferentes, e incluso contrarias, a las del beneficio capitalista. Por decirlo de forma sencilla: ni siquiera los mercados literarios de los países capitalistas se rigen por este principio, como podría demostrar la perspectiva de un autor como Stephen King. Pero ahí iremos nosotros, “normalizándonos”, como siempre, por encima de nuestras posibilidades.

Nada nuevo bajo el sol, no hace falta ser de los que pintan graffitis de Pierre Bourdieu en los muros para saber de estas cosas, en realidad estas posturas mercado-céntricas ni son nuevas, ni son específicas de nuestro contexto. Es bastante frecuente escucharlas entre personas con pocas o ninguna pista sobre como funcionan las dinámicas literarias. Lo preocupante es cuando vienen de personas con una supuesta formación e incluso con algún papel determinante en el mundo editorial gallego.

Y no pongo en entredicho las buenas intenciones de estas personas ni su preocupación ante nuestra crónica situación de emergencia. Sólo me pregunto si no será hora de encargarles que vayan a comprar gasas.

28/04/2021 by marioregueira

Primera presentación de Narrativa e imaxinario

La vida es aquello que ocurre mientras estás ocupado planeando otras cosas. La cita de Lennon siempre me pareció acertada, pero nunca me vi tan identificado con ella como el año pasado, en los primeros meses da pandemia.

Ahora estamos acostumbrados, pero recuerdo aquellas primeras semanas como un remolino vago de extrañeza. Una noche volvía de cenar ocn unos amigos en un restaurante perdido en las afueras de A Estrada, justo después de la presentación de un libro, y al otro estaba viendo al ejército pasar por mi calle mientras una calma tensa al borde del estallido se hacía con todo. Con el paso del tiempo, me doy cuenta de que recuerdo más aquella sensación de suspensión e inquietud que el primer contacto con los geles viscosos o la sensación extraña de la máscara médica sobre el rostro.

A finales de aquel marzo que se nos rompió, yo tenía una cita en Compostela para presentar Narrativa e imaxinario nacional na reconstrución do campo literario na posguerra (1936-1966), el libro que nació de mi tesis de doctorado. Estarían conmigo el editor Manuel Bragado y o mi compañero de esfuerzos, confidente académico y director Arturo Casas. No recuerdo un drama especial cuando intercambiamos un par de mensajes para comentar lo evidente: quedaba cancelado, al igual que mi siguiente recital poético y al igual que toda la actividad pública de la cultura gallega. El ruido de fondo era mucho más alto que el que hacía una presentación más al caer.

Hoy, más de un año después, y en medio de las conquistas de las nuevas normalidades, tengo cita de nuevo para presentar este libro. Será virtualmente, gracias a la UNICEPE de Porto, e volveré a encontrarme con Arturo Casas y, espero, con muchas de vosotras.

12/04/2019 by marioregueira

Si esto es un hombre

Primo Levi (1960)

Era el invierno de 1943 cuando el grupo de Primo Levi (Torino, 1919), que trataba de unirse a la Resistenza partigiana, fue capturado por las fuerzas fascistas. Ante la perspectiva de una ejecución sumaria, Primo confiesa ser judío, algo que le serviría para ser trasladado a un campo de concentración en Fossoli desde donde, algunas semanas después, será embarcado en los infames vagones de ganado, junto con cientos de personas más, en dirección al complejo de campos de Auschwitz. Continuar leyendo en Sermos Galiza [GAL].

30/12/2018 by marioregueira

El orden del día

Como una herida que examinamos una y otra vez y que por eso mismo no acaba nunca de cerrar. La memoria del nazismo sigue dando vueltas por Europa arrastrando a su vida intelectual por las más diversas callejas, muchas de ellas sin salida. Lo cierto es que hay una fijación a la hora de explicar el mal que sobrevino entre los años treinta y cuarenta del pasado siglo y que solo pode entenderse en clave de superioridad moral. Lo que horroriza en los círculos intelectuales de nuestros días es que fueran europeos de una de las sociedades más desarrolladas de la época matando sistemáticamente a sus propios ciudadanos. Estas condiciones nunca se volvieron a repetir íntegramente, y parecería que el mundo ve aún como hechos mucho menos graves los genocidios organizados que sucedieron en Asia o África. Y con una complicidad espantosa que sus propios gobiernos participaran en los últimos años bombardeando lugares distantes como Libia o Irak. Para la memoria del nazismo se crearon explicaciones que a día de hoy aún se esgrimen en el debate intelectual: entre las más divertidas, aquellas que responsabilizan elementos como la propia cultura o el desarrollo técnico, aunque no se queda atrás el recurso a la banalidad del mal, que de alguna forma implica que cualquier funcionario gris puede transmutarse de la noche a la mañana en un genocida, pasando por alto el proceso político y social que produce esa misma oportunidad.

El orden del día de Éric Vuillard, lanzada hace unos meses por Tusquets en traducción al castellano de Javier Albiñana y en gallego por Kalandraka en traducción de Antía Veres, es una obra que sorprende por conseguir ofrecer un enfoque que resulta innovador, aunque no deje de volver por algunos de los viejos caminos trillados. El punto de partida del libro, el mismo que se destaca en las presentaciones editoriales, habla de como “las personas pasan, pero los grandes capitales perduran”. El encuentro de la alta jerarquía nazi con representantes empresariales alemanes de marcas aún presentes hoy en nuestro día a día como Opel, Siemens, Bayer o Allianz da inicio la una novela atípica, compuesta por estampas históricas de corte realista y con una trama principalmente expositiva que podría emparentarla con el género del documental histórico. Y a pesar de esto, es una lástima que Vuillard no responda completamente a ese punto de partida inicial de perseguir los hilos de los grandes capitales desde su apoyo al Partido Nazi hasta nuestros días y pase a ocuparse de otros episodios históricos que reducen este marco a poco más que una vistosa anécdota. La anexión de Austria, la política expansionista e intimidatoria de Hitler, o los trucos que en la política internacional que le permitieron mover los límites de una Europa incapaz de reaccionar, centran los principales temas de la novela.

Un recorrido que parece la enésima referencia a esos hombres de bien que no hacen nada y permiten que el mal triunfe, pasando por alto la gran responsabilidad de los gobiernos europeos que permitieron medrar al nazismo cómo estrategia de contención ante la amenaza soviética. No es la pasividad del canciller austríaco Kurt Schuschnigg delante de Hitler lo que condena a Europa, más que nada porque Schuschnigg no era otra cosa que el líder de una dictadura nacional-católica que solo se vio amenazada por Hitler por tener las fronteras demasiado cerca de Alemania. Un error de perspectiva que lastra una novela que incluso así consigue dejarnos reflexiones relevantes y muy pocas veces recordadas. Como ese colofón final en el que se nos dice que nunca tropezamos dos veces en el mismo abismo, pero que volveremos a caer en uno nuevo y será de la misma forma: con una mezcla de ridículo y pavor.

17/12/2018 by marioregueira

Las versiones del gallego

Imagen de jcbrandon (CC BY 2.0)

Una tragedia de Shakespeare. Así calificaba Paul McCartney la historia de la banda Badfinger, de como lo habían tenido todo para triunfar (el propio apoyo de los Beatles a comienzos de los años 70) e incluso así acabaron estampándose, abriendo la caja de los desastres, discos retirados y suicidios de sus principales figuras incluidos. Resulta curioso como la historia del grupo es relativamente desconocida, a pesar de la enorme popularidad de uno de sus temas. Whithout You, canción que aún mucha gente piensa que es de Nilsson, que la versionó en 1972, y otra gente más joven que es de Mariah Carey, que lo hizo en 1994. Y no es tan extraño escuchar a personas de ambas generaciones discutiendo sobre si el tema es de uno o de otra.

Nadie esperaba este año la popularidad que las versiones en gallego tomarían en la cultura de masas del Estado español, tampoco que alguna de ellas despertaría viejas cuestiones que, por momentos, parece que solo tienen importancia en Galicia. Cuestiones que aparecen conforme se van apagando los ecos y voces de ultratumba de la caverna española después de unos meses de clamar contra la incorporación de Galicia a la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa.

Placa en el Castillo de Guimarães, adaptada de Béria L. Rodríguez (CC BY-SA 3.0)

Habla Galicia portugués? Habla la lusofonía gallego? La transmisión de las lenguas es similar a la de las versiones musicales, incluso conservando una parte importante de la información, por lo menos la instrumentación y la voz que canta cambian. Y sin embargo, incluso necesitando de unos segundos para enterarnos, si conocemos la primera, inmediatamente entenderemos que se trata de la misma música. Mejorada o no, pero es una simple versión. Lo que se habla a sur y norte del Miño deriva de la misma lengua musical en la que el compostelano Johán Airas y el rey portugués Dom Dinís componían sus cantigas. La gente del antiguo Condado Portucalense, ya convertido en reino por los azares de la Historia, la llevó primero al sur de la frontera de Coimbra, y después a América, África, Asia y Oceanía. En todos esos territorios se mezcló de nuevo, sembró lenguas criollas y se contagió de voces indígenas y de palabras extranjeras. Es la misma lengua, en la que, en un viaje de regreso desde Brasil que a él mismo fascina, habla Caetano Veloso cada vez que nos visita. Y claro que hay diferencias, y en esas diferencias reside también una parte de nuestra identidad pero, si atendemos, podemos escuchar el mismo acento de la Costa da Morte en una calle de las Azores, un viejo refrán de nuestra abuela en una playa de Río o alguna de las interjecciones familiares en alguna isla del Pacífico.

En un de mis libros el protagonista habla de un disco de versiones que está grabando. Habla de ellas cómo de una suerte de magia, de la forma en la que una canción es reconocible, pero también es distinta y al mismo tiempo nos transporta al punto en el que la escuchamos por primera vez. Me gusta creer que algo de eso se mantiene en la relación de la lengua gallega con sus variantes históricas, que sirve para que mantengamos algo de aquel primer eco en el que todo comenzaba.

Por cierto, una de las concursantes del certamen musical Music Idol (edición búlgara) dejó boquiabierto al jurado y a medio mundo cuando anunció que iba a cantar Ken Lee de Mariah Carey. Sin embargo, con mejor o peor interpretación, o con un acento más o menos marcado, el tema seguía siendo claramente Without You. De Badfinger, que eran galeses y tuvieron una mala suerte digna de una tragedia de Shakespeare. O de algún viejo reino del sur de Europa.

Placa en Swansea-Abertawe, imagen adaptada de Reading Tom – (CC BY 2.0)

28/04/2018 by marioregueira

Roald Dahl y las vacunas

Como todos los años, la OMS declaró la última semana de abril como Semana Mundial de la Inmunización, este 2018 com el lema “Protegidos colectivamente. Las vacunas funcionan”. En un año marcado por el comportamiento irresponsable de ciertos representantes políticos, es una buena idea recordar algunos de los principios por los que las vacinas siguen siendo la mejor opción conocida.
Para esto, decidí recuperar y traducir la carta abierta de Roald Dahl de 1988 sobre el tema. A pesar de su antigüedad, por desgracia, muchas de las cosas que dice el escritor galés continúan siendo aplicables hoy y, de hecho, ha disfrutado de una renovada popularidad a través de la red en los últimos años. También nos devuelve una perspectiva que tenemos olvidada, y que mucha gente relaciona con las actitudes retrógradas que se oponen a la vacunación: tenemos tan normalizado un mundo sien el efecto de ciertas enfermedades que podemos pensar que siempre fue así. Pero no lo fue, hubo un tiempo en el que morir o quedar con graves secuelas por el sarampión, la polio, la viruela u otras enfermedades era lo más normal del mundo. Así lo cuenta Roald Dahl:

Sarampión: una enfermedad peligrosa

Olivia, mi hija mayor, cogió el sarampión cuando tenía siete años. Mientras la enfermedad desarrollaba su curso normal, me recuerdo leyéndole a menudo en la cama, sin sentirme especialmente alarmado por ella. Entonces, una mañana, cuando estaba camino de la recuperación, yo estaba sentado en su cama mostrándole como hacer animalitos de hilos de colores, entonces llegó su vez de hacer uno y noté como sus dedos y su mente no estaban trabajando conjuntamente y no podía hacer nada.

“¿Te sientes bien?” Le pregunté.

“Tengo sueño”, dijo.

En una hora, estaba inconsciente. En doce horas estaba muerta.

El sarampión se había convertido en una cosa terrible llamada encefalitis por sarampión y no había nada que los médicos pudieran hacer para salvarla. Fue hace veintiséis años, en 1962, pero incluso ahora, si un niño con sarampión desarrolla la misma reacción mortal de la enfermedad que Olivia desarrolló, sigue sin haber nada que la medicina pueda hacer para ayudarla.

Por otra parte, hoy hay algo que los padres pueden hacer para asegurarse de que este tipo de tragedia no suceda a unos de sus hijos. Pueden empeñarse en que sus niños estén vacunados contra el sarampión. Es algo que yo no pude hacer por Olivia en 1962 porque en aquellos días aún no había sido descubierta una vacuna fiable contra el sarampión. Hoy, todas las familias tienen a su disposición una vacuna segura y confiable y lo único que tienes que hacer es hablar con el médico para que la administre.

Aun no es algo mayormente aceptado que el sarampión pueda ser una enfermedad peligrosa. Créeme, sí que lo es. Y en mi opinión los padres que rechazan vacunar a sus hijos, están poniendo sus vidas en riesgo. En América, donde la vacunación contra el sarampión es obligatoria, esta enfermedad, así como la viruela, fue virtualmente erradicada.

Aquí en Gran Bretaña tenemos aún cientos de casos de sarampión todos los años, ya que muchos padres y madres rechazan, bien sea por obstinación, ignorancia o miedo, que sus hijos sean vacunados. Además de esto, más de 10.000 sufrirán efectos secundarios de una forma o de otra. Por lo menos 10.000 desarrollarán infecciones de oído o de pecho. Unos 20 de ellos morirán.

ENTENDAMOS ESTO.

Cada año más o menos 20 crianzas morirán en Gran Bretaña de sarampión.

Y cuáles son los riesgos que afrontan tus hijos por ser vacunados?

Son casi inexistentes. Escucha esto. En un distrito de más o menos 300.000 personas, hay solo un niño cada 250 años que desarrollará efectos secundarios serios por la vacina del sarampión. Esto es máis o menos una posibilidad de una contra un millón. Pienso que hay más posibilidades de que tu crianza pueda morir atragantada por una chocolatina que de ponerse seriamente enferma por la vacuna del sarampión.

Entonces que demonios es lo que te preocupa? Es practicamente un crimen dejar que tu hijo continúe sin vacunar.

El momento ideal para hacerlo es a los 13 meses, pero nunca es demasiado tarde. Todos los niños en edad escolar que aún no recibieran una vacuna contra el sarampión, deberían pedirles a sus padres que se la proporcionen lo antes posible.

Por cierto, dediqué dos de mis libros a Olivia. El primero fue “James y el melocotón gigante”. Eso fue cuando aun estaba viva. El segundo fue “El Gran Gigante Bonachón”, dedicado a su memoria después de que muriera de sarampión. Verás su nombre al inicio de cada uno de estos libros. Y sé lo feliz que sería se pudiera saber que su muerte ayudó a ahorrar un buen número de muertes y enfermedades entre otros niños.

23/04/2018 by marioregueira

Un juego que no podemos ganar

La novela de Ernest Cline será recordada algún día como un pequeño clásico de la literatura popular. Además de la corriente de nostalgia de los 80 en la que podría clasificarse, Ready Player One tiene, como obra literaria, algunos hallazgos propios que merecerán ser recordados. El más destacado seguramente es la conversión de un universo procedente del mundo de los videojuegos en material narrativo con un peso relevante en la trama. Que la mayor parte de lo que nos cuenta Ernest Cline suceda en un mundo paralelo construido en una especie de realidad virtual jugable es una novedad que brilla porque el autor consigue que funcione dentro de la narración de forma dinámica. No es un recurso completamente inédito (profetas tuvo el ciberpunk que lo experimentaron antes), pero su conjugación con la cultura gamer y con la historia de los videojuegos como género, así como la relación con nuestra época, están entre lo mejor que la novela puede ofrecer. En primer lugar porque cuenta el proceso propio del juego (la carrera de enigmas y retos para hacerse con el control del sistema), aunque también porque la idea de una gran corporación que domina el planeta y tiene el monopolio de ámbitos como la educación, la banca y los mecanismos ascensión social apunta también a la tradición de las distopías, con todo lo que las distopías tuvieron siempre de dimensión política.

Cuando se supo que Spielberg adaptaría al cine el gran éxito de Cline, fuimos muchas las personas que pensamos que era un encuentro feliz, casi ideal. Ready Player One tiene elementos de intriga y aventura que pedían una versión fílmica, aunque la complejidad de la novela también hacía temer que fuera un fracaso que oscurecería para siempre algunos de los puntos más destacables de ésta. Toda adaptación tiene algo de juego de suma cero: hay algo que la nueva versión gana, como un aspecto definido más allá de la imaginación de cada lector, y también algo que se pierde irremediablemente. Es fácil de comprender. La voz en off del protagonista que domina los primeros minutos es pesada, pero trata de crear rápidamente un contexto complejo como el que propone la obra original. Hay personajes que introducen más diversidad racial y de género que la que tenía la novela (uno de sus puntos débiles). La película altera partes de la trama para conseguir más elementos de acción que los que permitía la resolución de misterios y busca de pistas del original. Esta busca, reducida al mínimo, es adaptada de una forma bastante interesante, que permite no aburrir al espectador y que también le da la oportunidad asistir a la vida de Halliday mediante flashbacks. No es tan acertada la adaptación de los elementos de investigación y aventura, ya que elimina una parte importante de la carga cultural de la que hacía gala la primera versión, sustituyéndola por una visión estereotipada de los videojuegos como elementos de pura acción. Esto es algo que también se deja notar en la estética escogida, que parece sacada de otros productos jugables de los 90 y que no representa la perspectiva de un universo alternativo con la diversidad con la que se configuraba originalmente.

Pero quizá la cosa no sea tan grave como en la perspectiva incompleta que se da del sistema OASIS. El gran conglomerado virtual en el que la humanidad estructura su vida en el mundo imaginado por Cline aparece reducido a un enorme videojuego donde un grupo de adolescentes vive una aventura que les da importancia. Así, aunque se percibe que el interés por OASIS es global (hay una gran corporación tratando de hacerse con su control), y aparece la esclavitud por deudas que también es relevante en la novela, muchos otros aspectos quedan oscurecidos. Seguramente los espectadores que no tengan la referencia literaria tendrán la sensación de que todo no es más que un enorme juego de dimensión trascendente donde un grupo de adolescentes hace frente a una gran empresa (sí, como en los Goonies).
Y posiblemente este es el punto central, la gran divergencia entre el producto literario y el cinematográfico. La novela de Cline era un canto lleno de complicidad y cariño a un género frecuentemente infravalorado, pero con un peso cultural y social muy importante. Su nostalgia vuelve los ojos a los 80 porque fue en los 80 cuando los videojuegos desarrollaron una parte importante de su cultura y establecieron muchos de los conceptos que aún hoy manejamos. Sin embargo, no deja de representar también al jugador contemporáneo y a la sociedad en la que vive, una sociedad interconectada y con el protagonismo de grandes sistemas con ambiciones de totalidad, tan ilusionantes como amenazantes para la libertad.

La nostalgia de Spielberg parece interpretada en términos exclusivamente personales. Bromas que parecen quitadas (de nuevo) de los Goonies, si no fuera que ya no estamos en 1985 y la imagen de un niño de once años siendo resultón con una chica ya no causa más impresión que la de un truco visto mil veces. También la forma de incorporar la película de Kubrick (ausente en la trama original y un tanto forzado en su universo) parece hablar mucho de como el director va por libre. Y puede que el punto donde más se nota es en lo que respecta a los videojuegos, un universo al que el el viejo cineasta parece completamente ajeno, como dejan ver las referencias forzadas, con una afluencia caótica de personajes que no hace que olvidemos las ausencias clamorosas de los clásicos y donde la historia de los primeros programadores queda reducida a una anécdota sobre los huevos de pascua. Es imposible pensar que Spielberg se tomó en serio alguna vez el mundo de los videojuegos o que trató de comprender los puntos importantes de la obra original (la primera medida de control sobre OASIS que se anuncia en el final es muy elocuente en este sentido). Si la película funciona como entretenimiento es porque es una película concebida para adolescentes, que en la cabeza del director deben ser los únicos que juegan y manejan ese universo. Salvando cuatro nerds como el propio Cline, claro, que inexplicablemente firma un producto para entretener muchachada que, sin embargo, reduce casi a la caricatura su obra original.

 

El artículo Ready Player One: un juego que no podemos ganar aparece primero en el blog Mal de Olho.

11/07/2017 by marioregueira

Oposiciones, santuarios y violencia

Muchachas de Georgia leyendo a Faulkner en el caluroso verano de 1971, Philip Bouchard (CC BY-NC-ND 2.0)

Leí Santuario con dieciséis o diecisiete años y posiblemente por eso no lo olvidaré nunca. Sin releerlo ni una sola vez, tengo vívida la memoria de su estilo, del ambiente rural opresivo y de la violencia que describe. Elementos que descubriría años después en la narrativa gallega de la posguerra, en nuestro caso articuladas para sortear la censura política y filtrar un mensaje que no podía hacerse de forma más evidente. Describir un universo denso, donde las personas se imponen unas a otras por la fuerza, y que se desliza hacia lo bizarro y lo marginal, produciendo una sensación de honda extrañeza en las personas lectoras, sirve para hacer un reflejo de la sociedad norteamericana de los años del crack. La estrategia también servía para representar, en líneas similares, la sociedad del franquismo, coincidente en mucho con ese retrato. En los dos casos había un poso de denuncia social indirecta, con un matiz necesario en el caso del Estado español, donde no había posibilidad alguna de formular una denuncia patente.

Me pregunto como es posible que, años después, una parte de la sociedad crítica de Galicia apoye las protestas por la elección de un texto de esta obra para las pruebas de las oposiciones. Soy consciente de que Faulkner pode representar una opción particularmente difícil, que trabajar con un hipotético alumnado sobre violencia y sexualidad también es un ejercicio complejo, y que seguro hay motivos suficientes para indignarse en un proceso de oposiciones que representa en sí incluso una pequeña tortura. Y sin embargo lo que indican la mayor parte de las protestas no es nada de eso, sino que el texto escogido describe un acto de violencia sexual.

No comparto la mayor parte de las críticas que se hicieron en este sentido, ni siquiera las de personas con las que habitualmente estoy de acuerdo. Así, comparto con Susana en la necesidad de mover las fronteras, de la misma forma que pienso que las nuevas fronteras no las construye la elección de un tribunal de oposiciones y que más responsabilidad tienen este tipo de reacciones en su futuro, que dejan una imagen más confusa que politizada, también en los caminos que las futuras autoras tienen que recorrer.
Rechazar un texto porque describe una violación, hablar de “deleite” en un acto descrito como forma de representar y denunciar una violencia social en la que las mujeres son las primeras víctimas, supone confundir narración con apología, algo que no se esperaría de personas responsables de la formación de otras. Y por supuesto más aún considerarlo parte del canon de la cultura de la violación, del que forma parte tanto como podrían hacerlo las violaciones que describen Margaret Atwood o Eduardo Blanco Amor, que probablemente no merecerían ni una mínima parte de estas reacciones.

Toda una vida de escrita para que te pongan mirando un parking – Visit Mississippi CC BY-ND 2.0

Lo sucedido no deja de recordarme ciertos fenómenos que acontecen en la enseñanza universitaria o en la literatura gallega. La rebaja del nivel educativo para ofrecerlo a gusto del consumidor, que pasa por evitar al alumnado cualquier tipo de frustración o conflicto de este tipo, por ejemplo, una tendencia a la alza en el contexto europeo. Pensar que pode haber supervivientes de la violencia sexual entre las personas examinadas es relevante, sin duda, pero también abre el camino a evitar otro tipo de textos a víctimas de otro tipo de violencias y experiencias traumáticas. También lleva a presuponer que una persona, por el hecho de ser superviviente de la violencia sexual, queda limitada a la hora de analizar los discursos que se realizan sobre ella, incluso cuando estos funcionan en su contra o destacan su papel en las relaciones de poder, colocándose fuera de las dinámicas habituales del patriarcado. Si algo hacemos desde la filología es estudiar discursos y sabemos (o deberíamos saber) como se construyen y que elementos emplean. Y sin duda, donde no hay conflicto, no hay discurso. No se puede hablar contra la violencia desde la literatura sin mencionar y describir la violencia. Se pueden, eso sí, hacer panfletos.
Esto me hace pensar también una línea preocupante dentro de la literatura gallega contemporánea. La necesidad de establecer discursos unívocos y maniqueos, donde las personas buenas son buenísimas e ideológicamente perfectas y las malas, malas de telenovela. Y donde cualquier alusión a la zona oscura del ser humano va acompañada de un pliego de descargo donde la voz autorial deja perfectamente claro que condena lo que allí (en general asepticamente) cuenta. Una forma de empobrecer el discurso y de renunciar a otras estrategias que no sean masticar minuciosamente al lectorado ideas justas. Tan justas que merecerían planteamientos literarios menos pobres que aquellos con las que habitualmente son tratados. Después vendrán las sorpresas y las dificultades para identificar el enemigo. Como me dijo una amiga mía, opositora de gallego, sobre este tema:

– Lo que me fastidia es que todo el mundo proteste por lo de Faulkner y nadie diga nada de que en gallego nos pusieron un poema de Noriega Varela. Eso sí que es violencia.

02/05/2017 by marioregueira

Caetano, de nuevo en Galicia

Teresa Cristina y Carlinhos Sete Cordas representaban un viaje al pasado. La historia del samba puede recorrerse casi sin equipaje, solo con voz y guitarra, así, aunque echemos en falta la intro original de Preciso me encontrar, Cartola y sus letristas aparecían resucitados en una actuación con pocos artificios. Tan sencilla que podrían trasladarla a un bar, aunque no nos podemos engañar, seguro que la mayor parte del público no respondería calidamente a un espectáculo que entendían como un simple aperitivo.
Así, si Cartola era una parte de la historia de la música popular brasileña, Caetano representaba su punto álgido, su continuación natural. Y sospecho que el concierto fue programado siguiendo ese mismo principio. Una colección de grandes éxitos que se movían con fluidez entre las raices de la bossa, la renovación que supuso el tropicalismo y alguna (muy pocas) referencias a la carrera inmediata del cantor. La última vez que había visto a Caetano en directo fue hace casi una década en el mismo Palacio da Ópera de A Coruña, en un concierto dentro de la gira de . Caetano había hecho un disco de rock con casi sesenta y cinco años, y aparecía vistiendo ropa vaquera, saltando por el escenario y acompañado de una banda formada por personas jóvenes. Había conseguido hacerlo una vez más, ser capaz de encarnar simultaneamente historia y músculo impulsor de la música de Brasil. El Caetano del pasado domingo estaba ya más cerca de João Gilberto que de cualquier cosa que tuviera algo que ver con el rock. Sentado con la guitarra durante la mayor parte de la actuación, Caetano podría haber grabado un grandes éxitos en directo, algo más que suficiente para la mayor parte del público gallego. Seguramente eramos sólo unos pocos los que nos quedamos con ganas de tener, además, otra cosa, aunque fuera escuchar Um comunista en la víspera inmediata del primero de mayo.

Los viejos del lugar recuerdan siempre de uno de los primeros conciertos de Caetano en Galicia, a finales de los años ochenta. Parece que se dirigió al público consciente de que estaba tocando en el territorio en el que había nacido la lengua portuguesa, una lengua que seguimos hablando con particularidades propias y a la que dimos el revolucionario nombre de gallego. La consciencia lingüística de Caetano no es habitual en los artistas brasileños, que tratan de expresarse muchas veces en un portuñol que deja sorprendido (o irritado) a una parte del público. Para alguien que dijo que una de las cosas más maravillosas de Brasil era que hablara la lengua portuguesa, es evidente que la maravilla continua en el hecho de ésta haberse originado en buena parte de un territorio que no forma parte de Portugal. Así, una parte del público esperaba que aparecieran de nuevo esas viejas complicidades. “Sempre que venho a Corunha falo português porque sei que vocês percebem. E gosto muito de que seja assim”. En esta ocasión no hubo alusiones al acento lindo de la gente cuando cantaba con él, como en Vigo en 2003, pero fue suficiente para recordar que Caetano sigue siendo una de las pocas personas con consciencia cultural de los lugares en los que canta. Con virtudes y defectos, seguimos a mirar para él como quien mira para las maravillas y los milagros.

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