11/05/2021 by marioregueira

La emergencia

 

Emergency! do usuario de Flickr Seabamirum Attribution 2.0 Generic (CC BY 2.0)

Una de las primeras cosas que hace el personal médico cuando llega al lugar de un accidente es entretener a aquellas personas deseosas de ayudar. Para que los profesionales puedan atender sin interferencias a las personas heridas es indispensable mandar primero a aquella señora tan preocupada a la farmacia más próxima a por gasas o al chaval que hizo un curso de reanimación para que compruebe que el tráfico se desvía del lugar. Atender una emergencia supone también reubicar esas buenas voluntades.

Es una dinámica que me recuerda muchas veces al estado de la cultura gallega. Nuestra crisis, nuestra identidad amenazada, nuestra situación precaria, es una parte central e inherente a nuestro propio relato cultural. Somos un accidente, no en el sentido de un hecho fortuíto, sino en el de una situación de emergencia. Esto lleva aparejada una cierta sensación constante de urgencia que abre el camino a todo un árbol de ansiedades posibles.

La literatura gallega vivió siempre obsesionada por todos esos elementos que la podían habilitar como una literatura equiparable a otras de su propio contexto. Pérez-Barreiro Nolla cuenta en sus memorias como Ramón Pino era incapaz de entender la utilidad editorial de traducir y publicar más obras de Shakespeare que el MacBeth. “Shakespeare ya está”, decía, la cultura gallega es un conjunto de elementos a ser tachadaos, la de las grandes voces de la literatura universal es sólo una de sus listas.

Una de esas grandes ansiedades fue la del mercado. La tímida descentralización de la España posfranquista y la entrada del gallego en la enseñanza permiten por primera vez una proyección editorial que pueda aspirar la algo más que al resistencialismo de las décadas anteriores. La literatura gallega pasa a tener el deber de construir un mercado editorial para demostrar su equiparación con otras, para demostrar que nuestra emergencia no habla sólo de un accidente, sino también del acto de emerger.

Podríamos decir que el tema del mercado propio salió de forma poco óptima, por lo menos si juzgamos la persistencia de nuestra obsesión con el tema más de cuarenta años después. El mercado editorial gallego es una constante, una obsesión que se retroalimenta y trata de justificarse, sedimentando una noción de lo que debe ser normal, señalando furioso sus supuestos defectos y procurando responsables sin cesar. No lo sabemos, pero muchos de los indicios de nuestra supuesta anormalidad son enormemente frecuentes en otros contextos. Aun hace poco leía una queja sobre los críticos absurdamente benevolentes, empeñados en señalar cada novedad editorial como una verdadera obra maestra sin fisuras. La escribía George Orwell en los años 30 hablando del contexto británico, pero podríamos jugar a cambiar nombres y lugares para que sirviera a nuestro país. Lo que nunca cambiaremos es nuestra sensación de que todo lo extraño que nos ocurre no es más que un reflejo del defecto estructural que nunca superaremos. No nos engañemos, si se encontraran de frente con la tan ansiada “normalidad”, la mayoría de los actores del panorama cultural gallego no serían siquiera capaces de reconocerla.

PITR “Pierre Bourdieu” do usuario de Flickr Strifu Attribution-NonCommercial-ShareAlike 2.0 Generic (CC BY-NC-SA 2.0)

Donde te ves en el canon? Le preguntaron una vez a Stephen King. “Entre los primeros del segundo rango, donde está hoy Somerset Maugham”. Casi nadie recuerda al que llegó a ser el autor mejor pagado del mundo, pero seguimos leyendo y debatiendo otros contemporáneos suyos que nunca vendieron tanto. Es probable que dentro de cien años pase lo mismo con Stephen King, él por lo menos así lo cree, y demuestra con eso tener una visión más lúcida de las dinámicas literarias de lo que acostumbra a ser común entre los escritores de best-sellers.
Debemos priorizar un mercado literario gallego guiado principalmente por valores capitalistas? La obsesión por una normalidad sin referente reconocible insiste en que sí, a pesar de que muchas de las personas que lo defienden saben (o deberían saber) que el valor de una obra literaria corre vías diferentes, e incluso contrarias, a las del beneficio capitalista. Por decirlo de forma sencilla: ni siquiera los mercados literarios de los países capitalistas se rigen por este principio, como podría demostrar la perspectiva de un autor como Stephen King. Pero ahí iremos nosotros, “normalizándonos”, como siempre, por encima de nuestras posibilidades.

Nada nuevo bajo el sol, no hace falta ser de los que pintan graffitis de Pierre Bourdieu en los muros para saber de estas cosas, en realidad estas posturas mercado-céntricas ni son nuevas, ni son específicas de nuestro contexto. Es bastante frecuente escucharlas entre personas con pocas o ninguna pista sobre como funcionan las dinámicas literarias. Lo preocupante es cuando vienen de personas con una supuesta formación e incluso con algún papel determinante en el mundo editorial gallego.

Y no pongo en entredicho las buenas intenciones de estas personas ni su preocupación ante nuestra crónica situación de emergencia. Sólo me pregunto si no será hora de encargarles que vayan a comprar gasas.

#Crítica#Galiza#George Orwell#Literatura galega#Mercado editorial#Pierre Bourdieu#Stephen King

17/12/2018 by marioregueira

Las versiones del gallego

Imagen de jcbrandon (CC BY 2.0)

Una tragedia de Shakespeare. Así calificaba Paul McCartney la historia de la banda Badfinger, de como lo habían tenido todo para triunfar (el propio apoyo de los Beatles a comienzos de los años 70) e incluso así acabaron estampándose, abriendo la caja de los desastres, discos retirados y suicidios de sus principales figuras incluidos. Resulta curioso como la historia del grupo es relativamente desconocida, a pesar de la enorme popularidad de uno de sus temas. Whithout You, canción que aún mucha gente piensa que es de Nilsson, que la versionó en 1972, y otra gente más joven que es de Mariah Carey, que lo hizo en 1994. Y no es tan extraño escuchar a personas de ambas generaciones discutiendo sobre si el tema es de uno o de otra.

Nadie esperaba este año la popularidad que las versiones en gallego tomarían en la cultura de masas del Estado español, tampoco que alguna de ellas despertaría viejas cuestiones que, por momentos, parece que solo tienen importancia en Galicia. Cuestiones que aparecen conforme se van apagando los ecos y voces de ultratumba de la caverna española después de unos meses de clamar contra la incorporación de Galicia a la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa.

Placa en el Castillo de Guimarães, adaptada de Béria L. Rodríguez (CC BY-SA 3.0)

Habla Galicia portugués? Habla la lusofonía gallego? La transmisión de las lenguas es similar a la de las versiones musicales, incluso conservando una parte importante de la información, por lo menos la instrumentación y la voz que canta cambian. Y sin embargo, incluso necesitando de unos segundos para enterarnos, si conocemos la primera, inmediatamente entenderemos que se trata de la misma música. Mejorada o no, pero es una simple versión. Lo que se habla a sur y norte del Miño deriva de la misma lengua musical en la que el compostelano Johán Airas y el rey portugués Dom Dinís componían sus cantigas. La gente del antiguo Condado Portucalense, ya convertido en reino por los azares de la Historia, la llevó primero al sur de la frontera de Coimbra, y después a América, África, Asia y Oceanía. En todos esos territorios se mezcló de nuevo, sembró lenguas criollas y se contagió de voces indígenas y de palabras extranjeras. Es la misma lengua, en la que, en un viaje de regreso desde Brasil que a él mismo fascina, habla Caetano Veloso cada vez que nos visita. Y claro que hay diferencias, y en esas diferencias reside también una parte de nuestra identidad pero, si atendemos, podemos escuchar el mismo acento de la Costa da Morte en una calle de las Azores, un viejo refrán de nuestra abuela en una playa de Río o alguna de las interjecciones familiares en alguna isla del Pacífico.

En un de mis libros el protagonista habla de un disco de versiones que está grabando. Habla de ellas cómo de una suerte de magia, de la forma en la que una canción es reconocible, pero también es distinta y al mismo tiempo nos transporta al punto en el que la escuchamos por primera vez. Me gusta creer que algo de eso se mantiene en la relación de la lengua gallega con sus variantes históricas, que sirve para que mantengamos algo de aquel primer eco en el que todo comenzaba.

Por cierto, una de las concursantes del certamen musical Music Idol (edición búlgara) dejó boquiabierto al jurado y a medio mundo cuando anunció que iba a cantar Ken Lee de Mariah Carey. Sin embargo, con mejor o peor interpretación, o con un acento más o menos marcado, el tema seguía siendo claramente Without You. De Badfinger, que eran galeses y tuvieron una mala suerte digna de una tragedia de Shakespeare. O de algún viejo reino del sur de Europa.

Placa en Swansea-Abertawe, imagen adaptada de Reading Tom – (CC BY 2.0)

#Badfinger#Brasil#Gales#Galiza#Lusofonía#OT#Portugal#Reintegracionismo#Sabela

13/09/2017 by marioregueira

(galego) Adeus, Xohana

02/05/2017 by marioregueira

Caetano, de nuevo en Galicia

Teresa Cristina y Carlinhos Sete Cordas representaban un viaje al pasado. La historia del samba puede recorrerse casi sin equipaje, solo con voz y guitarra, así, aunque echemos en falta la intro original de Preciso me encontrar, Cartola y sus letristas aparecían resucitados en una actuación con pocos artificios. Tan sencilla que podrían trasladarla a un bar, aunque no nos podemos engañar, seguro que la mayor parte del público no respondería calidamente a un espectáculo que entendían como un simple aperitivo.
Así, si Cartola era una parte de la historia de la música popular brasileña, Caetano representaba su punto álgido, su continuación natural. Y sospecho que el concierto fue programado siguiendo ese mismo principio. Una colección de grandes éxitos que se movían con fluidez entre las raices de la bossa, la renovación que supuso el tropicalismo y alguna (muy pocas) referencias a la carrera inmediata del cantor. La última vez que había visto a Caetano en directo fue hace casi una década en el mismo Palacio da Ópera de A Coruña, en un concierto dentro de la gira de . Caetano había hecho un disco de rock con casi sesenta y cinco años, y aparecía vistiendo ropa vaquera, saltando por el escenario y acompañado de una banda formada por personas jóvenes. Había conseguido hacerlo una vez más, ser capaz de encarnar simultaneamente historia y músculo impulsor de la música de Brasil. El Caetano del pasado domingo estaba ya más cerca de João Gilberto que de cualquier cosa que tuviera algo que ver con el rock. Sentado con la guitarra durante la mayor parte de la actuación, Caetano podría haber grabado un grandes éxitos en directo, algo más que suficiente para la mayor parte del público gallego. Seguramente eramos sólo unos pocos los que nos quedamos con ganas de tener, además, otra cosa, aunque fuera escuchar Um comunista en la víspera inmediata del primero de mayo.

Los viejos del lugar recuerdan siempre de uno de los primeros conciertos de Caetano en Galicia, a finales de los años ochenta. Parece que se dirigió al público consciente de que estaba tocando en el territorio en el que había nacido la lengua portuguesa, una lengua que seguimos hablando con particularidades propias y a la que dimos el revolucionario nombre de gallego. La consciencia lingüística de Caetano no es habitual en los artistas brasileños, que tratan de expresarse muchas veces en un portuñol que deja sorprendido (o irritado) a una parte del público. Para alguien que dijo que una de las cosas más maravillosas de Brasil era que hablara la lengua portuguesa, es evidente que la maravilla continua en el hecho de ésta haberse originado en buena parte de un territorio que no forma parte de Portugal. Así, una parte del público esperaba que aparecieran de nuevo esas viejas complicidades. “Sempre que venho a Corunha falo português porque sei que vocês percebem. E gosto muito de que seja assim”. En esta ocasión no hubo alusiones al acento lindo de la gente cuando cantaba con él, como en Vigo en 2003, pero fue suficiente para recordar que Caetano sigue siendo una de las pocas personas con consciencia cultural de los lugares en los que canta. Con virtudes y defectos, seguimos a mirar para él como quien mira para las maravillas y los milagros.

#A Corunha#Ao Vivo#Caetano Veloso#Carlinhos Sete Cordas#Cartola#Concertos#Galiza#MPB#Teresa Cristina

08/11/2013 by marioregueira

Camus e nós

Do meu primeiro libro, o xa vello Rebelión no Inverno, a crítica comentara moito as influencias da primeira Nova Narrativa galega, cousa que naquel momento non deixara de sorprenderme xa que, quitando a Méndez Ferrín, na altura só coñecía a obra de autores como Xohán Casal e González Mourullo de estudar os seus nomes nos programas de literatura. Coido que só unha persoa sinalou que a influencia era máis ben das fontes que aqueles autores tiveran, algo ao que anos despois non deixo de dar a razón. Naquel momento as miñas lecturas estaban moi centradas no existencialismo e os seus autores, un movemento polo que considero que entrei na “lectura adulta”, entendendo por esta a que non viña imposta por programas académicos e á que, ademais me achegaba na tentativa de crear un proxecto literario propio. Debo dicir que, aínda que saíu no ano 2004, a maior parte de Rebelión no inverno foi producida entre os meus dezanove e os meus vinte e un. Unha obra, pois, de mocidade, como ben se nota aínda hoxe.

E precisamente, se teño que lembrar unha obra inaugural desas “lecturas adultas” é O estranxeiro de Camus, á que seguiu practicamente toda a súa narrativa e o ensaio O home rebelde, do que, como unha forma de facer xustiza, incluín unha cita no principio do libro.

Para arrepentirme tres días despois.

O Camus que eu admirei como escritor volvía aparecer no meu seguinte libro neste poema de Tanxerina, desta vez, choromicando sobre as planicies do Norte de África. Ese Alxeria na que naceu, que tinguiu para sempre os seus pés de negro e que acabaría marcando a ruptura con outros intelectuais do seu país e tamén, por que non dicilo, cunha parte importante da cultura galega, que nos anos cincuenta e sesenta vía nos procesos revolucionarios de descolonización un camiño viábel para as vellas nacións oprimidas de Europa.

Porén non foi esa a única ruptura. Que onte Camus fose trending topic non só fala de que siga habendo moitas persoas que non lle deron aínda as costas á cultura. Camus é ese pacifista revolucionario que se pregunta en O home rebelde se eran necesarios os crimes contra a coroa francesa para facer a Revolución, o capitán da revolta civil incruenta, que ve un camiño de futuro nas monarquías constitucionais nórdicas e que, sen caer na trampa de equiparar o comunismo cos totalitarismos fascistas, non deixa de sinalar as atrocidades feitas no seu nome. Camus chega á utopía irrealizábel polo lado máis inesperado: o cambio sen violencia, a revolución sen mortos. Unha aposta tan fermosa como imposíbel e que lle levará a romper tamén cunha parte da intelectualidade francesa. E novamente, aínda que el nunca o soubo, cunha parte da cultura galega anti-franquista, aínda que non dunha forma tan radical como coa cuestión territorial. Tamén eu, moitos anos despois, erguín os ollos decepcionado nalgún momento.

É doado que esa postura teña un eco hoxe nos movementos cívicos que propoñen un cambio de baixa intensidade a través da non violencia e que tanto éxito tiveron nos últimos anos. Non é casual tampouco que neste artigo de loanza se fale del para sinalar como non caeu nas “trampas do nacionalismo”, (referirase a ese nacionalismo tramposo que se erguía cunha enorme dignidade contra as masacres europeas no Norte de África). Da postura de Camus podemos salvar o esforzo ético, que chega a clamar até contra os asasinatos individuais dentro dos grandes procesos colectivos, pero tamén debemos recoñecer que, na súa fermosura, non serve para nada máis e que condena os movementos sociais á inacción e á derrota. E iso non quere dicir que a opción da violencia nos conforte, pero si cremos que pode ser unha resposta xusta e digna alí onde a opresión non deixa outra alternativa. Non cabe dúbida de que así foi no proceso de independencia de Alxeria, unha batalla épica polos dereitos dos pobos que nunca deberamos esquecer e na que a equidistancia de Camus debera ser lembrada como unha vergoña. Nin a Camus nin a ninguén lle ofreceron opción para nacer, e fíxoo nas camadas da potencia colonial, pero si tivo porén un lugar privilexiado para escoller situarse do lado dos oprimidos, lugar do que acabou renegando para defender unha paz que non deixaba de ser unha prolongación moderada da opresión.

Aínda así, tendo en conta todo isto a influencia de Camus entre nós foi moita. E eu mesmo continuo a recoñecer a súa xigantesca figura literaria, moito maior que as sombras que levantan a miúdo sobre as súas opcións éticas. Camus foi lido e representado por toda unha xeración, foi rexeitado por moitas personalidades da nosa cultura e porén segue a palparse a súa presenza nas posturas radicalmente anti-violentas dunha parte da política galega, a miúdo máis baleiras e timoratas que a súa propia.

Repasaba Agustín Fernández Paz onte polo twitter a escasa presenza das súas obras: O estranxeiro (descatalogada), A caída, e Os xustos, estas últimas seguramente non moi doadas de atopar. Esquecía porén unhas das miñas obras favoritas, precisamente porque sitúa un problema enriba da mesa sen impoñer unha solución a este: Calígula, que fala xustamente do tiranicidio como posíbel saída cando a liberdade está ameazada. A obra foi editada no ano 2000 co gallo da adaptación e representación que o Centro Dramático Galego fixo dela. E unha das probas de que vivimos nun dos países máis divertidos do mundo é que estaba prologada, entre outros, por Manuel Fraga.

#Activismo e resistencia#Albert Camus#Alxeria#Galiza#Lectura#Literatura

23/06/2013 by marioregueira

O xuízo de tod@s


 

Por se aínda non o saben, mañá, co fume das fogueiras perfumando aínda o aire, unha parte importante da sociedade galega será xulgada en Madrid. E digo ben cando digo “unha parte importante da sociedade galega”, a causa que enfrontan @s catro independentistas non @s atinxe en solitario. O feito de que se chegue a dar por boa unha suposta trama terrorista con tentáculos no tecido asociativo galego é unha cuestión que afecta a toda a nosa sociedade civil e contribúe á criminalización inmediata dunha cuantiosa parte dos seus membros.

Non cabe dúbida a estas alturas de que o xuízo que comeza mañá é un deses procesos que nunca debera darse nunha sociedade que pretenda chamarse democrática. Os usos lexislativos e procesuais que se empregaron para combater o chamado “problema vasco” foron sempre perigosos, e bambearon na corda frouxa de mesturar o criminal co ideolóxico. Unha boa mostra foi o proceso 18/98, que afectou a multitude de asociacións baseándose na mesma feble ligazón co terrorismo á que abre a porta este novo xuízo.

Naturalmente o totalitarismo do aparato lexislativo español non parou por aí, e posibilitou un avance paranoico na extensión do concepto de terrorismo que fai que hoxe en día un cidadán poida chegar a conformar unha célula terrorista polo simple feito de vivir con outra persoa e sen sequera saber o que é unha arma de fogo. Non caso concreto do proceso que comeza mañá, existe tamén a construción dunha suposta organización terrorista que nunca puido ser demostrada. O peso dalgunha das probas presentadas contra estas persoas remiten a garrafas baleiras e intensa participación no activismo social.

Responde a lóxica perversa do propio sistema que a imposibilidade de dar unha proba obxectiva remita irremediabelmente á subxectividade de cada quen, un mecanismo no que a prensa xoga un papel fundamental á hora de espallar unha noción de criminalidade que non pode ser demostrada facticamente. No subxectivo, é dicir, no político, hai moitas persoas que identificarán loitar pola independencia da Galiza co terrorismo, da mesma forma que hai moitas que identifican como ilegal a rotulación en galego das estradas. Porén, esas e outras cuestións sentimentais non deberan ter nada que pintar nun estado de dereito.

Pero na eterna adolescencia dun Estado español que conserva estruturas e xeitos de actuar herdados do franquismo, téñeno. Mañá xulgan as nosas ideas políticas, xulgan o peso das nosas loitas incruentas por un mundo mellor e unha Galiza soberana, xulgan o amor pola nosa terra, dende a construción social á que chamamos nación até a simple noción de contorno ecolóxico que tratamos de preservar.

#Activismo e resistencia#Galiza

13/03/2013 by marioregueira

Entrevista en Criticalia

Saíron esta mañá as miñas respostas ao cuestionario que Armando Requeixo pasa a distintos creadores da literatura galega, unha forma de medir o pulso á nosa cultura que xa ten a súa historia detrás e que seguramente terá aínda moita máis por diante. Sen dúbida a lectura destes Parlamentos das Letras será aínda máis interesante en perspectiva, na comparativa, ou dentro duns anos, que é cando a min me ten graza ler as entrevistas. De momento esta é a miña visión, o pulso acelerado do tempo que vivimos, e por aí andan as lecturas que me seguen acompañando, a perspectiva sobre a miña propia obra e, como non podía ser doutro xeito, tamén o meu punto de vista sobre a cultura galega e o que están facendo e desfacendo con ela.

#Creación#Crítica#Edición#Entrevistas#Galiza#Literatura

31/01/2013 by marioregueira

O principiño

Cando lin a nova de que Galaxia chegara ás vinte edicións do Principiño, botei contas e memoria. Eu tiven un exemplar dunha desas edicións. Non só o tiven, senón que gardo unha lembranza concreta do día que arrinquei o papel de agasallo que o cubría e o examinei entre abraiado e estrañado. Foi nunha casa da zona do Inferniño de Ferrol e, se me guío pola dedicatoria que aínda figura na primeira páxina, foi o dous de marzo de 1986, o día do meu sétimo aniversario. Na época tiña xa algúns contos en galego, pero sospeito que O Principiño debeu ser o meu primeiro libro na nosa lingua. Falo de libro en relación á lonxitude e tamén o tipo de edición, aquela era a quinta e viña, sospeito que como todas “con dibuxos do autor.” Sorpréndeme lembrar de mans de que persoa da miña familia veu, particularmente porque nunca máis, nin sequera nas épocas nas que máis me interesei pola literatura en galego, me agasallou nada que non estivese na lingua do Imperio. As miñas teorías de que a actitude da nosa sociedade cara á lingua tivo un pico de atención e empatía nos primeiros anos do Estatuto baséanse tamén neste tipo de cousas. Ese pico de preocupación, que se desinchou ou caeu no foxo da desilusión nos anos que seguiron, deixoume polo menos un libro que ler e reler durante unha boa parte da miña infancia.

Non podo dicir que gostase do Principiño naquel momento. Máis ben me pareceu un libro desacougante e estraño, algo que tiña moitos puntos en común con algúns programas míticos da época (Planeta Imaginario), que seguramente trataban de esporear imaxinacións pola vía dun surrealismo adaptado á mocidade. É algo que tamén teño asociado ás lecturas en galego daquela época, que por azar, polo momento ou por unha mala escolla previa, dirixíanse sempre a ese lugar que espertaba máis preguntas que respostas, onde os discursos non eran compracentes e existía unha certa tendencia á incomodidade e o desacougo. Era algo que saltaba dende as páxinas das Cousas de Castelao e dos Biosbardos de Blanco Amor, lecturas que, dentro da pequena biblioteca que había na casa, alguén considerara axeitadas para un rapaz novo e que posibelmente non o fosen. E foi algo que, salvando as evidentes distancias, tamén atopei no Princiño, ese best seller do que tanta xente se recoñece levemente traumatizada.

Mesmo así, alegroume moito ter o libro de Saint-Exupéry no meu acervo de lecturas dende tan cedo e conservo como un tesouro ese primeiro libro que puiden chamar meu. Dalgunha forma foron esas características que saltaban na literatura en galego que me chegaba as que me fixeron ficar por ela. Unha vez que cansei dos discursos brandos e fáciles, foi doado volver a aquela falta de compracencia que lembraba de ler na miña lingua e pescudar na súa escuridade.

#Cotidiano#Galiza#Lectura#Literatura

28/01/2013 by marioregueira

Falemos galego

Xa o dicían os míticos da Roda en época tan temperá como o 1979: falemos galego na rúa e na escola. O que ninguén sospeitaba é que, máis de trinta anos despois, os lemas inxenuos do principio da chamada transición política volverían coa súa candidez, obrigados por circunstancias atroces. Non sei se fun o único que se decatou do punto surrealista que tiña a mobilización de onte, comezando polo lema. Queremos galego na escola é unha proclama do final da ditadura, non de 2013. E seguramente sexa ese un detalle que, no fragor das batallas, está pasando desapercibido: a forma na que estamos obrigados a rebaixar o horizonte de expectativas da nosa lingua. Se hai anos alguén me preguntase en que manifestacións relacionadas co galego me vería no 2013, seguramente respondería que en ningunha, ou en todo caso, nas que atinxían a problemáticas concretas: o galego na universidade, o galego na ciencia, o galego como lingua internacional… En ningún caso agardaría ter que seguir loitando por algo polo que xa loitaran as xeracións precedentes. O camiño que quedaba por andar era lento e frustrante, pero de ningunha forma parecía que puidese incluír un retroceso tan brutal como o que sofreu o estatus da nosa lingua nestes anos.

A pesar de que a escalada lexislativa castelanizadora non é só contra a lingua galega, e responde ás mesmas concepcións caducas e imperialistas do Estado español que o levarán cara á súa última debacle, é certo que o caso da nosa terra segue a ser particular. Nunha realidade enrocada na esencialidade do poder político, a forma de medir a importancia da nosa cultura pasou e pasa polo cálculo de deputados galeguistas nas distintas esferas de poder. E non cabe dúbida que é unha cuestión importante, pero moi habitualmente esquecemos que cada unha das nacións históricas do Estado español ten a súa propia circunstancia e que, de todas elas, a máis disímil é precisamente a nosa. Nin vascos nin cataláns mantiveron as súas linguas coa mesma saúde que a nosa, que aínda hoxe pode dicir de si mesma que é a lingua cooficial con máis falantes porcentuais no seu territorio e a única que supera nese aspecto ao castelán. Os nosos veciños tamén non desenvolveron as súas ideoloxías políticas dándolle ás respectivas linguas a centralidade que a galega ten no pensamento galeguista. Aquel “se aínda somos galegos é por obra e gracia do idioma” de Castelao tiña moito de fundacional e aínda hoxe funciona como único baremo da galeguidade para moitas capas da poboación. En parte, esa saúde, cimentada sen dúbida en causas conxunturais como o afastamento e abandono por parte do poder central, que favoreceu unha ruralización persistente da nosa terra, serviu ironicamente como un freo a determinadas posicións políticas. É moi difícil convencer unha sociedade de que a lingua que fala o 90% dos seus membros está en perigo de morte. A diferenza entre bilingüismo e diglosia, problema ao que xa se enfrontaran os primeiros galeguistas, ten, queiramos ou non, unha dimensión sutil da que aínda hoxe é allea a maior parte da poboación. A súa simplificación e a negación do conflito lingüístico segue a ser algo tristemente presente nos discursos antigalegos, da mesma forma que o foi durante a longa noite do fraguismo.

Porén, se o galego vai ser a lingua máis difícil de marxinalizar na uniformización que pretende a dereita española, si que é certo que a súa posición de avantaxe obxectiva foi algo que non soubemos xestionar nestes últimos trinta anos. A caída libre na que se atopa fai aínda máis doloroso ter que volver a proclamas dos anos setenta, as mesmas que saían nas portadas dos discos da Roda. Porén, tamén é agora, nunha situación crítica, cando máis precisa a nosa lingua do noso compromiso. Un compromiso individual, diario, que non renuncie a ningunha das batallas cotiás. E tamén un compromiso colectivo, aínda que só sexa para que dentro de trinta anos, alguén lea nas crónicas xornalísticas que unha enorme representación da sociedade galega se rebelou nos violentos anos dez contra a perda da súa identidade.

#Activismo e resistencia#Galiza#Lingua

31/10/2012 by marioregueira

Feliz Samaín

O debate é vello e non paga a pena aventalo, sobre todo porque xa o fixen hai dous anos e creo que na fase anterior do blogue unhas cantas veces máis. Hoxe o meu corazón está coa xente das vilas e barrios da Artabria, que tallará cabazas e nabos para prenderlles unha luz que afaste os malos espíritos, mentres se arman de castañas e beberaxes quentes para comezar a parte máis fría do curso estacional. Se na etimoloxía irlandesa o Samain viña a significar “a fin do verán”, unha vez máis a data vén a atoparnos, coa súa simboloxía doente, no principio de tempos duros. E porén, se como sabemos esta noite se abren as portas entre os dous mundos, tamén nos chega por ese contacto a forza do alén, a das nosas devanceiras, as persoas esforzadas e loitadoras que fixeron que esta cultura sobrevivise os máis duros invernos.
A cabaza deste ano (roubada de aquí, e á súa vez destas instrucións), esta feita cun vello libro, e non é por nada, xa que no inverno que vén teremos que coidar, entre outras moitas cousas, da nosa lingua e da industria cultural que a mantén viva. Que o seu lume siga alumeando, espantando os malos presaxios e devolvéndonos as forzas para encarar os novos retos e o frío dun inverno que, coma todos, acabará por pasar, impotente á hora de dobregarnos como pobo.

#Cotidiano#Galiza#Samaín
1 2 3 6

Este sitio web emprega cookies para que vostede teña a mellor experiencia de usuario. Se continúa navegando está dando o seu consentimento para a aceptación das mencionadas cookies e a aceptación da nosa política de cookies, pinche na ligazón para máis información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies