25/03/2015 by marioregueira

Un Dylan Thomas con hielo, por favor

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“Él aquí bebía, pero bebía lo normal. Lo que lo mató fue el alcohol americano”. Algo así decían los parroquianos de Swansea-Abertawe cuando les preguntaban por la muerte de su paisano Dylan Thomas. El poeta, famoso por su voz profunda y sus recitales en la BBC, casi tanto como por su intensa relación con el alcohol, había fallecido en Estados Unidos, en medio de una gira. Las causas de la muerte, aun hoy cuestionadas, nunca podrán separarse de sus últimas palabras: “18 whiskys, esto debe ser una especie de record”. Tratándose de un poeta, poco más se necesita para crear una leyenda descomunal sobre sus excesos.

Dylan Thomas representa una especie de espina clavada en la consciencia de Gales. La actitud del autor hacia su país de nacimiento osciló siempre entre el amor y el odio, deslizándose muy habitualmente hacia una aguzada ironía. “Tierra de mis padres, mis padres pueden quedarse con ella”, una frase de uno de sus personajes que alude al inicio del himno galés y que, junto con su elección exclusiva por la lengua inglesa cómo herramienta de creación lo colocan en un lugar difícil para la sociedad galesa. El poeta más importante que salió de la tierra de los bardos jamás escribió una línea en la lengua de los bardos. Y no sólo eso, a pesar de defender siempre su origen y su identidad galesa y llenar con ella su obra, nunca le permitió caer en la autocomplacencia.

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El pasado 2014 el país, y particularmente la ciudad de Swansea-Abertawe celebraba el primer centenario de Dylan Thomas. Fue interesante ver como Gales resolvía su relación con el hijo díscolo. La poeta en lengua galesa Menna Elfyn decía poco antes del comienzo de la efeméride: “expresó lo que muchos de nosotros sentimos: a veces adoramos odiar Gales”. Swansea-Abertawe, la “fea, bonita, ciudad”, como había dicho Dylan Thomas,  llenó con su imagen las calles, de forma que era muy difícil no tropezar con ella. El chaval alcohólico que la consideraba un amado hogar pero hasta cierto punto deprimente, volvió a ser el protagonista. Tamizaron sus escritos hasta dar con cualquier referencia a la ciudad para escribirla en los muros de los museos. Y no sólo su actitud irónica, sino también sus excesos humanos fueron aceptados completamente.

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El Swansea Museum recreó en una de sus salas un viejo pub de la época de su juventud como elemento central de la exposición que le dedicaban, y regalaba posavasos con la imagen del poeta como parte de la entrada (aunque no servían alcohol). Sin embargo, quizá el mejor homenaje se la hizo la destilería galesa Penderyn, dedicándole uno de sus whiskys de la colección “Icons of Wales”. Pocos reconocimientos mayores caben a un poeta que se autodefine como borracho que hacer parte de la cultura etílica de su país hasta el punto de poder escuchar como piden las copas con su nombre. Los parroquianos insisten en que fue el alcohol americano lo que lo mató. En el fondo, y en Galicia lo sabemos bien, siempre es el alcohol que no es de la casa el que nos mata. Quizá es por darnos el veneno junto con el antídoto que tenemos que aprender a amar y odiar con las mismas fuerzas nuestro propio hogar.

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